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Invitación
Proclama por la Vida y la Memoria
En homenaje a los líderes y lideresas asesinadas. “Si el sol no te excluye, yo no te excluiré”.
Jeritza Merchán, Piedad Ortega / Lunes 7 de mayo de 2018
 

Esta proclama está dedicada a la memoria viva de una nación que hoy quiere transitar de los dispositivos de la muerte impuesta a los principios de la vida digna. Este país ha andado desde su constitución como república por los senderos de eliminación: Guerra de los mil días, violencia política bipartidista, conflicto armado interno; violencia en el contexto del posacuerdo. En ese caminar miles de personas que han liderado proyectos y procesos políticos, gremiales, sociales y comunitarios han sido acallados por los “enemigos agazapados de la paz”, esos siempre presentes, constantes y sistemáticos que nos anclan al pasado que pareciera como en la novela “Cien años de soledad” estamos indefectiblemente condenados.

Magnicidios, genocidios, delitos de guerra, han silenciado, amordazado procesos y criminalizado acciones de identidades políticas, étnicas, sociales y culturales. Muchos rostros sin nombre, muchos nombres sin vida, dibujan, retratan, representan un país que no cesa de exigir el derecho a la vida. Ya han pasado los cien años de soledad, y con insistencia y persistencia los estamos recordando, porque los evocamos, rememoramos y convidamos a acompañar nuestra existencia.

Un posacuerdo sin memoria no puede traducirse en transición. Si no conocemos, analizamos y decidimos cambiar los códigos de eliminación, inequidad, impunidad e injusticia, difícilmente podremos vivir conjuntamente en términos de igualdad, justicia, respeto por la existencia mía y de Otros. La formación de ciudadanías realmente democráticas implica que las políticas educativas, los proyectos pedagógicos y las lecciones tengan coherencia con la defensa a la vida digna, con la memoria comprometida y con principios éticos que desnaturalicen la muerte violenta y hagan de suyo el respeto por la vida.

Las preguntas que nos recorren por más de cien años la piel, los recuerdos, los traumas, las ausencias y las experiencias, necesariamente nos conducen a interrogarnos sobre cómo enseñar y aprender a no matarnos y a la vez a exigir que no nos maten. Son los líderes y lideresas sociales quienes en sus acciones sindicales, comunitarias, artísticas, ambientalistas, en suma en defensa de los derechos humanos, nos han entregado lecciones de dignidad para lograrlo, sólo que nos hemos hecho sordos a sus palabras, a sus acciones y a su existencia. Por ello, esta Proclama sigue andando sus caminos, sus apuestas, sus proyectos, sus militancias, sus mapas vitales y quiere recordarlos vivos, para exigirlos vivos, no solo en la conmemoración sino en la acción.

Una sociedad que olvida sus muertos sin reconocerlos como parte de su existencia, experiencia y trayectoria no anda, aunque camine, porque, como los dijera el maestro Iván David Ortiz Palacios:

Siempre quedan personas indispensables por mencionar, con toda certeza el hacer reconocimientos conlleva inevitables y dolorosos olvidos de palabra, porque en la acción y en el afecto ahí están todos los que han permitido o contribuido a que la vida de uno sea ésta.

Para la conciencia social, política y ética de los colombianos siguen siendo indispensables las vidas, experiencias, saberes, acciones, proyectos y sonrisas de todas las personas desaparecidas y desplazadas forzadamente, asesinadas, exiliadas, masacradas, amenazadas; porque siguen liderando, defendiendo la vida, impulsando la esperanza y militando por la dignidad; por ellas y ellos seguimos andantes con sus rostros, sus canciones, sus poemas y sobre todo sus enseñanzas de dignidad. Para ellas y con ellos nos declaramos en proclama por la Vida y la Memoria, porque como bien nos enseñan nuestras comunidades indígenas si el sol no las excluye, nosotros tampoco lo haremos.

Para hoy, para mañana, para nuestro porvenir, decimos:

¡Nunca más! Volveremos a empuñar un arma para eliminar a otro; empuñaremos la dignidad para cambiar la historia.

¡Nunca más! Regatearemos nuestra vida ni la de otros, por puñados de monedas; le daremos el valor impagable del no precio.

¡Nunca más! Haremos parte de ningún ejército; pero siempre estaremos atentos a engrosar las filas de la esperanza.

¡Nunca más! Permaneceremos indiferentes a la ignominia; exigiremos que nos enseñen la historia del dolor para no producirlo, ni permitirlo.

¡Nunca más! Regaremos nuestros territorios con sangre; en cambio, sembraremos semillas de memoria y recogeremos frutos de dignidad.

¡Nunca más! Olvidaremos nuestro pasado; construiremos nuestro futuro y accionaremos nuestro presente con los legados de resistencia ética.

¡Nunca más! Seremos mercancías de la muerte; nos reconocemos como sujetos históricos y militantes de la vida.

¡Nunca más! Empeñaremos nuestra educación; la exigiremos como un derecho fundamental, universal y gratuito para todos.

¡Nunca más! Seremos carne de cañón; apuntaremos siempre en dirección a la vida y a la esperanza.

¡Nunca más! Desdeñaremos la responsabilidad, la asumiremos como la mejor garantía para nuestra libertad.

Esta proclama para construir realidades esperanzadas y esperanzadoras.
Esta proclama para pintar la memoria de la dignidad de nuestros líderes y lideresas asesinados y asesinadas por defender la vida; la nuestra, la libertad; la nuestra, los derechos; los nuestros.

Necesitamos seguir insistiendo, trabajando, amando, con lo que somos, lo que tenemos, la palabras, las palabras. Palabras como caracolas para que la música de la esperanza no se suspenda, no la exilien, no se vuelva escombro.

Poder decir, contar y contarse. Nombrar las responsabilidades y hacerse responsable. ¿Qué memorias construir y compartir? Un gran compromiso con las víctimas del conflicto social armado. Un compromiso con los sobrevivientes, con los allegados. Un compromiso con la infancia y la juventud. Un compromiso entre generaciones.

No queremos más olvido. No queremos liturgias de la reconciliación sin reparación, sin políticas de memoria que dignifiquen a las víctimas, a los sobrevivientes, a los allegados.

“Sí el sol no te excluye yo no te excluiré”
Por la vida: un campanario de sueños.
Por la libertad: un pájaro pintor de mariposas. Por la memoria: un libro y un abrigo de libertad.
Somos memoria y proyecto.