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Llamado de atención a Fajardo del premio nacional de matemáticas
Le pido que no siga usando el nombre de la noble profesión de matemático para sus intereses políticos personales, lo invito a que reflexione y corrija el error.
José Oswaldo Lezama Serrano / Sábado 2 de junio de 2018
 

En la academia -que es el mejor de los mundos- la verdad es el valor supremo. Fajardo hace muchos años abandonó este paraíso para incursionar en el mundo del ejercicio político y el poder, escenario en el cual la verdad es un antivalor, en ese universo, quien usa la verdad como herramienta es un ingenuo, resulta impopular, o en el peor de los casos, puede resultar muerto. Fajardo dejó atrás el cálculo diferencial, el cálculo matricial, el cálculo de variaciones, para dedicarse al cálculo político, en el cual cada discurso y cada acción obedecen a aquello que sea políticamente correcto, aquello que le permita ascender, acumular y lograr unos cuantos votos. En ese mundo que lo tiene embelesado, además de ser la mentira y la demagogia las herramientas más usadas, existen otras para gobernar tales como los crímenes de estado, el narcotráfico y la corrupción.

Es inaceptable y un irrespeto para los matemáticos colombianos activos, que Fajardo de manera oportunista se presente ante Colombia como “profesor de matemáticas”, aprovechándose de la reputación que tenemos todos los verdaderos matemáticos. Usted hace muchos años ya no es investigador ni menos aún profesor de matemáticas. Le recuerdo que las alegrías de un profesor de matemáticas radican, por ejemplo, en resolver un ejercicio para presentarlo a sus estudiantes y obtener como retroalimentación el enorme placer de ver el agradecimiento de sus alumnos; de ver como éstos profesan admiración por su maestro, y éste a su vez, experimenta alegría de haber logrado aprendizaje en sus estudiantes. Para los profesores de matemáticas los éxitos no consisten en si algún partido político da su aval o no, si algún grupo empresarial le expresa su apoyo o no; un matemático investigador no usa el famoso consenso para demostrar un teorema; el hecho es verdadero o falso, sin importar si algún miembro de algún comité o bancada está o no de acuerdo. A un matemático activo le apasiona resolver problemas sin pensar si eso le trae beneficio personal; a un investigador lo desvela, por ejemplo, si el Problema de Cancelación de Zariski es equivalente o no a la Conjetura del Jacobiano, o en revisar nuevamente la solución de Gregory Perelman a la Conjetura de Poincaré. En ese mundo donde usted vive, los problemas no se resuelven, la idea es usarlos como estrategia para acceder al poder, para perpetuarse en él, o para enriquecerse.

El ejercicio diario de la actividad matemática da certezas y permite ver lo que a veces otros no ven, o se niegan a ver. Dos personajes nefastos trastocaron completamente los valores de la sociedad colombiana generando gravísimos problemas: Pablo Escobar enamoró a muchos colombianos con la idea que el dinero fácil es válido conseguirlo a través del narcotráfico y el sicariato; y por su parte, Álvaro Uribe Vélez tiene a medio país engañado con su política de que todo el que se le oponga debe ser estigmatizado, perseguido, y si no se rinde, debe ser asesinado. Fajardo, o usted no ve estos problemas, o no quiere atacarlos, o no sabe cómo resolverlos. Un verdadero matemático cuando ve que no puede resolver un problema, y un par brillante como Gustavo Petro, tiene alguna posibilidad de resolverlo, le alegra y lo alienta para que haga el intento; no es actitud propia de un matemático sabotear una eventual solución, ni tampoco expresar públicamente que esa persona no es capaz de resolver el problema, y asumir la actitud de “como yo no pude nadie puede”. Tal actitud es arrogante, irresponsable, poco constructiva y contraria a la ética científica.

Usted que incursionó de manera valiente y honesta en ese mundo perverso, supuestamente para cambiarlo, dice que “con educación todo se puede”, sin embargo, defiende la pedagogía pero no la practica con sus iguales, y no aceptó negociar un acuerdo programático por la educación. Le pido que no siga usando el nombre de la noble profesión de matemático para sus intereses políticos personales, y en cambio, como corresponde a ese buen profesor que fue alguna vez, lo invito a que reflexione y corrija el error.