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Opinión
Golpe a la corruptocracia
Once millones 500 mil votos por el Sí constituyen todo un mandato político
Luis Alfonso Mena S. / Lunes 27 de agosto de 2018
 
Imagen: La Patria

Finalmente no se alcanzó el umbral de 12.140.000 votos para que la Consulta Popular Anticorrupción fuera vinculante y triunfara. Faltaron menos de 500.000. Pero haber logrado 11.700.000 votos en total (incluidos los válidos y los nulos), 11.500.000 de ellos por el Sí en las siete preguntas, es un logro de enorme magnitud para el campo alternativo, que fue el que propuso e impulsó la iniciativa.

Se podrá decir ahora por algunos que se trata de un nuevo triunfo moral y simbólico de quienes, desde una visión crítica del establecimiento, vienen promoviendo cambios clave para una sociedad que, como la colombiana, es víctima del latrocinio y el desangre de sus dineros públicos todos los días.

En parte tienen razón, más aún si consideramos que el Plebiscito por la Paz del 2 de octubre de 2016 se perdió por mucho menos, por solo 60.000 votos, y las graves consecuencias de tal hecho ya se conocen y se prolongan hasta hoy.

Sin embargo, si miramos la otra cara de los resultados de este domingo 26 de agosto nos damos cuenta que esos 11.500.000 votos por el Sí constituyen un nuevo salto cualitativo que nutre el espectro político nacional e indica que se abren paso las condiciones para que las fuerzas anticorrupción accedan a los poderes regionales y locales en 2019.

Ya esas fuerzas habían obtenido un resonante e histórico resultado con la votación que respaldó las candidaturas de Gustavo Petro y Ángela María Robledo en la segunda vuelta presidencial, con 8.034.000 votos.

Ahora, dos meses después, la consulta propuesta e impulsada por Claudia López y Ángelica Lozano con la Alianza Verde, a la que se sumaron muchas otras fuerzas, como las reunidas en torno del movimiento Colombia Humana de Petro, alcanzan casi 3.500.000 votos más.

Además, los partidos políticos y los agentes de la clase dirigente en el poder no podrán desestimar lo que representan once millones y medio de voces que se pronunciaron en las urnas contra sus prácticas y sus instituciones corruptas.

La votación de ayer es todo un mandato político y ético, que se debe hacer valer no solo en el Congreso de la República, sino en la movilización popular, en las calles, para rechazar y echar atrás las medidas anunciadas por el gobierno de Duque: IVA generalizado para la canasta familiar, incremento de impuestos para los trabajadores y rebaja de los mismos para los grandes empresarios, aumento de la edad pensional y restricciones a la protesta social, entre otras.

El domingo 26 de agosto quedó demostrado, igualmente, que la unidad amplia y democrática, más allá de la izquierda y de las fuerzas alternativas, es indispensable en el momento actual para derrotar al bloque político en el poder (uribismo, conservatismo y sectas religiosas) y a los viudos momentáneos del mismo, que buscan las componendas con el llamado Centro Democrático (los cacicazgos del liberalismo, de Cambio Radical, del Partido de la U, etc.).

El resultado de este domingo fue un logro contra la extrema derecha, abiertamente defensora de los privilegios de la plutocracia, y contra su principal exponente e ideólogo, Álvaro Uribe, quien no dudó en traicionar su propia palabra, pues en el Congreso había aprobado con su bancada la convocatoria de la Consulta (por cálculos y oportunismo pre-electoral), y luego de obtenida la Presidencia con Iván Duque se retractó, atacó de manera virulenta la campaña y llamó a la abstención para desestimular la obtención del umbral.

Los guarismos de la Consulta son más relevantes aún si se tiene en cuenta que ella no contó con la publicidad oficial que debió tener, pues Duque dijo de dientes para afuera que su Gobierno la apoyaba, pero no se vio a sus ministros impulsándola ni a sus medios promoviéndola.

Fue, además, un resultado alcanzado contra una nueva guerra sucia de la derecha y de los políticos tradicionales, que recurrieron a sus armas predilectas: la calumnia, la mentira y los montajes, con el fin de afectar la participación de amplios sectores poblacionales, presa fácil del engaño y de las ‘fake news’ a través de las redes sociales y de los grandes medios de desinformación.

Fue, en suma, una expresión genuina de movilización de ciudadanías libres en todo el país, alejadas de prebendas, de ofertas de empleos públicos o de contratos, a leguas de la compra de votos y de conciencias.

Por otra parte, fue alentador el resultado de la consulta en el Valle del Cauca, donde ésta alcanzó el umbral, síntoma de que las fuerzas del cambio continúan avanzando en la región y argumento para que actúen con suma amplitud, desprovistas de vicios politiqueros y sectarismos.

Aunque la Consulta Popular Anticorrupción no alcanzó el umbral y, por lo tanto, sus preguntas (triunfantes todas con el 99% de los votos) no serán de obligatoria aplicación por el Congreso y el Gobierno, si logró un inocultable golpe político que suena por sí solo y retumba como un campanazo contra el poder de los corruptos, contra la corruptocracia.