Asociación Campesina del Catatumbo
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El Refugio, un campamento humanitario en El Catatumbo
La Opinión / Lunes 25 de mayo de 2009
 

El Campamento Humanitario El Refugio no son más de 800 metros lineales que están siendo ocupados permanentemente por más de 200 personas que desde el 29 de abril decidieron concentrarse allí para dialogar con el Gobierno Nacional en busca de soluciones a las necesidades de la comunidad y nuevas alternativas productivas en la zona del bajo Catatumbo.

Para llegar a este lugar que sus promotores consideraron un territorio de paz e hicieron “por la vida, la dignidad, la tenencia de tierra y la defensa del territorio”, hay que tener mucha paciencia por el tormentoso viaje que se debe hacer por una trocha que parte de El 60 (zona rural de La Gabarra - Tibú) hacia Caño Tomás (Teorama) y por donde solo transitan vehículos de doble transmisión.

Por fortuna, en medio de tantas sacudidas y brincos que generan los cráteres, rocas, huecos, alcantarillas rotas y demás daños que se encuentran en ese sendero, hacia donde quiera que se mire hay frondosos árboles, elevadas montañas, flores de diferentes colores y especies, quebradas y muchos otros paisajes de la Cordillera Oriental.

Después de casi cuatro horas de viaje por ese territorio de reserva indígena y del Parque Nacional Natural Catatumbo Barí, y luego de atravesar por el puente sobre el caño Tomás, a la distancia se divisan pancartas y pasacalles que dan la bienvenida a las comunidades y a los visitantes.

Materialmente el campamento humanitario El Refugio son cuatro cambuches, una abandonada casa que fue adaptada para la logística, bodega y enfermería, un amplio rancho de paja que sirve de cocina y otros pequeños que son utilizados como comedores.

Cerca de este espacio esta el caño Frío, corriente de agua que utilizan para la preparación de alimentos, baño y uso personal.

En los cambuches se cuelgan las hamacas y se extienden esteras para convertirlos en dormitorios. El ambiente nocturno es espectacular por el fenómeno del Faro del Catatumbo que se observa a la distancia, el cielo iluminado y engalanado con una infinidad de estrellas, el croar de las ranas, el sonido de la corriente de agua del caño y muchos otros sonidos de animales que habitan en las montañas de esta zona del departamento.

La gente que allí esta concentrada se reparte el trabajo en grupos. Quienes están encargados de la cocina, empiezan el trajín a las cuatro de la mañana. El resto de personal empieza a levantarse a las cinco.

Durante el día todos y todas tienen diversas tareas por realizar. Unos, por ejemplo, están encargados de la “unidad sanitaria”, un área natural que fue acondicionada y que todos los días es aseada con creolina, cal y agua para eliminar todo olor y contaminación.

Las personas que allí permanecen no corren riesgo de la fiebre amarilla porque personal de salud del gobierno venezolano ha ido dos veces a vacunarlos.

En diversas horas del día, los ratos de ocio son animados por improvisados grupos musicales que ellos mismos organizan. Otros lo pasan pateando el balón o metidos en la hamaca esperando que den la orden de una reunión, a ir comer o dormir.