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Especial ’Bicentenario de los pueblos’
La retaguardia guerrillera como elemento fundamental del triunfo Libertador (Parte V)
El gobierno colombiano actual, decidido a «reescribir la historia» basado en ficciones como la del apoyo de los llamados padres fundadores de los EE.UU. a nuestras luchas independentistas, lanzó en diciembre otra ficción: la del bicentenario de nuestra independencia partiendo de la recordación del «Llamamiento de Pore»
Alfredo Valdivieso / Martes 16 de abril de 2019
 

La invasión al territorio de la Nueva Granada, y antes al de Venezuela, por parte de la armada que comandaba Pablo Morillo con más de 15 mil hombres de tropa, en momentos en que la primera se debatía en lo que el propio Antonio Nariño calificó como «La patria boba», obligó a que los disueltos ejércitos republicanos se replegaran desintegrados hacia diferentes partes. Por ejemplo muchos de los derrotados en la batalla de Cachirí tomaron el camino a los Llanos, mientras otros muchos, por añoranzas de su terruño, se dispersaron hacia el actual Santander y Boyacá. En Venezuela aconteció otro tanto, y los dispersos debieron refugiarse en varias direcciones.

Las disensiones internas, la falta de unidad de mando y las limitadas miras de los patriotas (que los habían llevado, por ejemplo, a que en territorio neogranadino se diesen nueve repúblicas diferentes), permitieron que la cohesión de semejante cantidad de tropas invasoras prontamente derrotaran los focos de resistencia, como en el caso de Cartagena.

Entre los derrotados muchos de ellos, no convencidos de la justeza y la necesidad de la lucha por la independencia, se unieron a las tropas realistas, y solo volvieron a las filas independentistas cuando se obtuvo lo esencial de las victorias, y el manejo colonial por parte de la metrópoli española ya no era posible. Tales, entre los más conocidos, los casos de José María Obando y José H. López, que luego llegarían incluso hasta la presidencia de la república de Nueva Granada.

Uno de los mayores méritos de Simón Bolívar, el Libertador, fue desde un comienzo no dudar en que la lucha por la independencia requería unidad de mando y coordinación de todas las acciones. Frente a las ilusiones de los primeros intentos por obtener la independencia como una condescendencia de las autoridades de regencia, y ante la respuesta violenta de sus representantes en estas tierras, los más esclarecidos, entre ellos Bolívar, vieron que la única forma de obtener la independencia frente al yugo español era la acción militar, pero la misma no podía darse por parcelas.

De la misma manera, Bolívar ya era consciente de que lo se libraba en nuestras tierras no era una guerra civil, como artificiosamente se pretendía mostrar por las élites criollas y como torticeramente lo querían hacer aparecer los gobernantes de los Estados Unidos, sino que era una verdadera guerra de liberación nacional, por lo que uno de sus más controversiales actos fue la proclamación de la «Guerra a Muerte», en junio de 1813, documento de ruptura que separó en dos bandos a los «americanos» de los «españoles y canarios» y que fue respuesta a la cadena de crímenes cometidos por personajes como Antoñanzas, Suazola, Morales, y hasta curas como José M. Coronill.

La derrota de los patriotas venezolanos y la destrucción de las aéreas repúblicas y sus ejércitos en Nueva Granada, llevó a que lo más consciente de los sobrevivientes marcharan a diversas regiones y se dieran a la tarea de organizar las primeras partidas guerrilleras, como algunas de las que ya señalamos que operaron en el actual Santander y en la actual provincia de Norte y Gutiérrez en Boyacá, de donde se comunicaban e interactuaban con las que fueron apareciendo en el actual Arauca.

Pero solo cuando se logra el convencimiento de la necesidad de reconocer un mando único y coordinar la totalidad de las acciones militares, de prestarse la más amplia colaboración entre sí, las guerrillas de toda la actual Colombia se convierten en parte esencial del Ejército Libertador, orientado desde Angostura desde finales de 1817.

Es en dicha instancia en que se restablecen los grados militares al señor Francisco de P. Santander y se le comisiona, en calidad de coronel, a coordinar todas las acciones en Casanare, para desde allí dirigir la invasión a la Nueva Granada con el paso de los Andes y la realización de acciones militares, como las que luego serían la ‘Batalla del Pienta’, previa la toma de poblaciones y el asalto a formaciones realistas. Es decir esas guerrillas, como retaguardia activa, como aprovisionador de elementos logísticos y hoplológicos fueron esenciales en el logro de las victorias definitivas.

El gobierno colombiano actual, decidido a «reescribir la historia» basado en ficciones como la del apoyo de los llamados padres fundadores de los EE.UU. a nuestras luchas independentistas, lanzó en diciembre otra ficción: la del bicentenario de nuestra independencia partiendo de la recordación del «Llamamiento de Pore» de diciembre 18 de 1818, pretendiendo ignorar que dicho llamamiento es el reconocimiento del gobierno ya establecido en Angostura por esas épocas, aunque aún no se hubiese instalado el Congreso de Angostura, y la subordinación al mando del General en Jefe Simón Bolívar y del Ejército Libertador de Venezuela y la Nueva Granada.

En próxima ocasión hablaremos de los entorpecimientos, el sabotaje y las traiciones de los Estados Unidos y sus gobernantes a nuestra guerra de independencia, y del apoyo dado a los españoles, en aplicación de su sinuosa y como, siempre, hipocresía de una supuesta neutralidad.