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Poemas a Fidel
Cuba Socialista / Miércoles 14 de agosto de 2019
 

El Fidel que yo conozco

Gabriel García Márquez

(Aracataca, Colombia, 1926 – México D.F., 2014)

Su novela Cien años de soledad es un clásico de la literatura universal. Premio Nobel de Literatura 1884

Su devoción por la palabra. Su poder de seducción. Va a buscar los problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de su estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo. Le gusta preparar las recetas de cocina con una especie de fervor científico. Se mantiene en excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria y de natación frecuente. Paciencia invencible. Disciplina férrea. La fuerza de la imaginación lo arrastra a los imprevistos. Tan importante como aprender a trabajar es aprender a descansar.

Fatigado de conversar, descansa conversando. Escribe bien y le gusta hacerlo. El mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo. La tribuna de improvisador parece ser su medio ecológico perfecto. Empieza siempre con voz casi inaudible, con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier destello para ir ganando terreno, palmo a palmo, hasta que da una especie de gran zarpazo y se apodera de la audiencia. Es la inspiración: el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que sólo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo. Es el antidogmático por excelencia.

José Martí es su autor de cabecera y ha tenido el talento de incorporar su ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista. La esencia de su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos.

Esto podría explicar su confianza absoluta en el contacto directo. Tiene un idioma para cada ocasión y un modo distinto de persuasión según los distintos interlocutores. Sabe situarse en el nivel de cada uno y dispone de una información vasta y variada que le permite moverse con facilidad en cualquier medio. Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar. Su actitud ante la derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras no logra invertir los términos y convertirla en victoria. Nadie puede ser más obsesivo que él cuando se ha propuesto llegar a fondo a cualquier cosa. No hay un proyecto colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada. Y en especial si tiene que enfrentarse a la adversidad. Nunca como entonces parece de mejor talante, de mejor humor. Alguien que cree conocerlo bien le dijo: Las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante.

Las reiteraciones son uno de sus modos de trabajar. Ej.: El tema de la deuda externa de América Latina, había aparecido por primera vez en sus conversaciones desde hacía unos dos años, y había ido evolucionando, ramificándose, profundizándose. Lo primero que dijo, como una simple conclusión aritmética, era que la deuda era impagable. Después aparecieron los hallazgos escalonados: Las repercusiones de la deuda en la economía de los países, su impacto político y social, su influencia decisiva en las relaciones internacionales, su importancia providencial para una política unitaria de América Latina… hasta lograr una visión totalizadora, la que expuso en una reunión internacional convocada al efecto y que el tiempo se ha encargado de demostrar.

Su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas… pero esa facultad no la ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz. Su auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y operaciones aritméticas de una rapidez increíble.

Requiere el auxilio de una información incesante, bien masticada y digerida. Su tarea de acumulación informativa principia desde que despierta. Desayuna con no menos de 200 páginas de noticias del mundo entero. Durante el día le hacen llegar informaciones urgentes donde esté, calcula que cada día tiene que leer unos 50 documentos, a eso hay que agregar los informes de los servicios oficiales y de sus visitantes y todo cuanto pueda interesar a su curiosidad infinita.

Las respuestas tienen que ser exactas, pues es capaz de descubrir la mínima contradicción de una frase casual. Otra fuente de vital información son los libros. Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. Muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta. Lee el inglés pero no lo habla. Prefiere leer en castellano y a cualquier hora está dispuesto a leer un papel con letra que le caiga en las manos. Es lector habitual de temas económicos e históricos. Es un buen lector de literatura y la sigue con atención.

Tiene la costumbre de los interrogatorios rápidos. Preguntas sucesivas que él hace en ráfagas instantáneas hasta descubrir el por qué del por qué del por qué final. Cuando un visitante de América Latina le dio un dato apresurado sobre el consumo de arroz de sus compatriotas, él hizo sus cálculos mentales y dijo: Qué raro, que cada uno se come cuatro libras de arroz al día. Su táctica maestra es preguntar sobre cosas que sabe, para confirmar sus datos. Y en algunos casos para medir el calibre de su interlocutor, y tratarlo en consecuencia.

No pierde ocasión de informarse. Durante la guerra de Angola describió una batalla con tal minuciosidad en una recepción oficial, que costó trabajo convencer a un diplomático europeo de que Fidel Castro no había participado en ella. El relato que hizo de la captura y asesinato del Che, el que hizo del asalto de la Moneda y de la muerte de Salvador Allende o el que hizo de los estragos del ciclón Flora, eran grandes reportajes hablados.

Su visión de América Latina en el porvenir, es la misma de Bolívar y Martí, una comunidad integral y autónoma, capaz de mover el destino del mundo. El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante del bloqueo.

En una entrevista de varias horas, se detiene en cada tema, se aventura por sus vericuetos menos pensados sin descuidar jamás la precisión, consciente de que una sola palabra mal usada puede causar estragos irreparables. Jamás ha rehusado contestar ninguna pregunta, por provocadora que sea, ni ha perdido nunca la paciencia. Sobre los que le escamotean la verdad por no causarle más preocupaciones de las que tiene: El lo sabe. A un funcionario que lo hizo le dijo: Me ocultan verdades por no inquietarme, pero cuando por fin las descubra me moriré por la impresión de enfrentarme a tantas verdades que han dejado de decirme. Las más graves, sin embargo, son las verdades que se le ocultan para encubrir deficiencias, pues al lado de los enormes logros que sustentan la Revolución los logros políticos, científicos, deportivos, culturales, hay una incompetencia burocrática colosal que afecta a casi todos los órdenes de la vida diaria, y en especial a la felicidad doméstica.

Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.

Sueña con que sus científicos encuentren la medicina final contra el cáncer y ha creado una política exterior de potencia mundial, en una isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal. Tiene la convicción de que el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia y que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar el mundo y empujar la historia.

Lo he oído en sus escasas horas de añoranza a la vida, evocar las cosas que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo a la vida. Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato: pararme en una esquina.

Poemas

Canto a Fidel

Ernesto Che Guevara

(Rosario, 1928 – asesinado en La Higuera, Bolivia, 1967)

Revolucionario argentino-cubano

Vámonos,

ardiente profeta de la aurora,

por recónditos senderos inalámbricos

a libertar el verde caimán que tanto amas,

Vámonos,

derrotando afrentas con la frente

plena de martianas estrellas insurrectas,

juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.

Cuando suene el primer disparo y se despierte

en virginal asombro la manigua entera,

allí, a tu lado, serenos combatientes,

nos tendrás.

Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos

reforma agraria, justicia, pan, libertad,

allí, a tu lado, con idénticos acentos,

nos tendrás.

Y cuando llegue el final de la jornada,

la sanitaria operación contra el tirano,

allí, a tu lado, aguardando la postrer batalla

nos tendrás.

El día que la fiera se lama el flanco herido

donde el dardo nacionalizador le dé,

allí, a tu lado, con el corazón altivo,

nos tendrás.

No pienses que puedan menguar nuestra entereza

las decoradas pulgas armadas de regalos;

pedimos un fusil, sus balas y una peña.

Nada más.

Y si en nuestro camino se interpone el hierro,

pedimos un sudario de cubanas lágrimas

para que se cubran los guerrilleros huesos

en el tránsito a la historia americana.

Nada más.

El perfil de Fidel

Arturo Corcuera

(Puerto Salavery, Perú, 1935)

Su obra Noé delirante, dentro de una docena de títulos, lo sitúa como uno de los poetas más significativos de Nuestra América.

Para hablar de Fidel

hay que cederle la palabra al mar,

pedir su testimonio a las montañas.

El Turquino canta y cuenta su biografía,

los pájaros la propagan,

saben su edad y repiten su nombre.

La edad de Fidel

es la edad de los framboyanes en flor,

la enhiesta edad de su barba verde olivo.

Todos lo sabemos,

los héroes no tienen edad,

tienen historia,

hacen la historia,

son la historia.

No lo arredra la cuadratura del Pentágono

ni las bravatas al rojo de cara pálida

en la hora oscura de la Casa Blanca.

Quien lo dude puede ver en alerta al héroe

y un millón de cubanos cara al Norte

en el malecón de La Habana.

Él es América Negra,

América Hispana,

América Andina:

el perfil de Fidel

es el perfil

de América Latina.

A Fidel Castro

Pablo Neruda

(Parral, Chile, 1904 – Santiago, 1973)

Uno de los grandes poetas de la lengua. Creador de una obra deslumbrante en la que se unen la búsqueda estética y el compromiso social. Premio Nobel de Literatura en 1971

Fidel, Fidel, los pueblos te agradecen
palabras en acción y hechos que cantan,
por eso desde lejos te he traído
una copa del vino de mi patria:
es la sangre de un pueblo subterráneo
que llega de la sombra a tu garganta,
son mineros que viven hace siglos
sacando fuego de la tierra helada.
Van debajo del mar por los carbones
Y cuando vuelven son como fantasmas:
se acostumbraron a la noche eterna,
les robaron la luz de la jornada
y sin embargo aquí tienes la copa
de tantos sufrimientos y distancias:
la alegría del hombre encarcelado,
poblado por tinieblas y esperanzas
que adentro de la mina sabe cuándo
llegó la primavera y su fragancia
porque sabe que el hombre está luchando
hasta alcanzar la claridad más ancha.
Y a Cuba ven los mineros australes,
los hijos solitarios de la pampa,
los pastores del frío en Patagonia,
los padres del estaño y de la plata,
los que casándose con la cordillera
sacan el cobre de Chuquicamata,
los hombres de autobuses escondidos
en poblaciones puras de nostalgia,
las mujeres de campos y talleres,
los niños que lloraron sus infancias:
ésta es la copa, tómala, Fidel.
Está llena de tantas esperanzas
que al beberla sabrás que tu victoria
es como el viejo vino de mi patria:
no lo hace un hombre sino muchos hombres
y no una uva sino muchas plantas:
no es una gota sino muchos ríos:
no un capitán sino muchas batallas.
Y están contigo porque representas
todo el honor de nuestra lucha larga
y si cayera Cuba caeríamos,
y vendríamos para levantarla,
y si florece con todas sus flores
florecerá con nuestra propia savia.
Y si se atreven a tocar la frente
de Cuba por tus manos libertada
encontrarán los puños de los pueblos,
sacaremos las armas enterradas:
la sangre y el orgullo acudirán
a defender a Cuba bienamada.

La sangre numerosa

Nicolás Guillén

(Camagüey, Cuba, 1902 – La Habana, 1989)

Su poesía funde la tradición española con la herencia africana y sintetiza como ninguna otra la cubanía. Su compromiso social y la alta resonancia de su obra lo hicieron uno de los poetas cubanos más reconocidos universalmente en el siglo XX.

Cuando con sangre escribe

FIDEL este soldado que por la Patria muere,

no digáis miserere:

esa sangre es el símbolo de la Patria que vive.

Cuando su voz en pena

lengua para expresarse parece que no halla,

no digáis que se calla,

pues en la pura lengua de la Patria resuena.

Cuando su cuerpo baja

exánime a la tierra que lo cubre ambiciosa,

no digáis que reposa,

pues por la Patria en pie resplandece y trabaja.

Ya nadie habrá que pueda

parar su corazón unido y repartido.

No digáis que se ha ido:

Su sangre numerosa junto a la patria queda.

El Fidel que queremos

Pedro López Cerviño

(Santiago de Cuba, 1955)

Poeta y guionista de radio y televisión. Jefe de redacción de la revista de poesía Amnios.

Lo vi adolescente en el colegio, en camiseta deportiva con un balón de basquet a punto de ensartar una canasta de tres. En la Universidad de La Habana, enfundado en traje gris, cargando la campana redentora de La Demajagua. En mangas de camisa en el Vivac de Santiago de Cuba, a fondo, el retrato del Apóstol, los ojos de ambos apuntando al horizonte.

En la Sierra, de verde olivo, cargando el fusil de mirilla telescópica, en el balcón del ayuntamiento de la ciudad soberana el primero de enero, en la arenga enardecida de la libertad. En La Habana, frente al Palacio, el hombro henchido de palomas blancas.

En la ciénaga rodeado de carboneros, en el discurso, la voz enronquecida, decidiendo con la palabra de muchos los destinos de la Patria Socialista, en Girón sobre un tanque de guerra como un soldado más.

En medio de ciclones, en el centro del fuego de la tribuna encendida de las causas justas en cualquier parte del mundo, firmando con la mano izquierda el debate urgente por la vida.

Entre los niños, entre intelectuales, obreros, campesinos y soldados todos de la Revolución, entre los árboles que siembra con sus propias manos.

Y hoy lo veo como siempre real, tangible, el Fidel que queremos, añoso y lúcido caguairán de la esperanza, sencillo y posible: el hombre.

Ese es el Fidel que queremos, el dignísimo patriarca, blanco en canas, leyendo sin gafas su mensaje breve y contundente, porque sabe que el torrente espontáneo de su palabra fértil no tendría donde acabar de tantas cosas que decirnos que tiene por dentro.

Ese es el Fidel que queremos, el compañero, el que lo ha dado todo a cambio tan solo del grano de maíz donde cabe toda la gloria del mundo.

Y no lo queremos cambiar por nada ni por nadie. Amén.

Cantar de Alejandro

Hildebrando Pérez Grande

(Lima, Perú, 1941)

Uno de los más destacados poetas de su generación. En 1978 obtuvo el Premio Casa de las Américas con su libro Aguardiente.

Marchamos hacia el amanecer de la armonía. Nadie podrá

decir

que es una flecha oscura nuestro nombre. Con las luces

apagadas, y teniendo como lumbre los ojos acerados

de la aurora, salimos una madrugada de noviembre hacia

la Isla.

La historia dice ahora que había mal tiempo

bajo el cielo de los navegantes. Que la lluvia

caía pertinaz sobre los hombres. Y los vientos del Caribe

no solo presagiaban el constante peligro del naufragio

sino que los vómitos, las fatigas y los imborrables ataques

de asma

arañaban nuestro corazón mientras oteábamos la sal

del horizonte.

Nadie podrá decir que es una flecha oscura nuestro nombre.

En aquel yate de color blanco, remontando

un mar de azafrán y vieja cristalería, sentíamos

cómo las olas de la incertidumbre nos herían

de igual manera que nuestro deseo de acabar con el pasado.

Y al momento de registrar nuestro desembarco en las aguas

fangosas de Las Coloradas, con la misma alegría

de los niños que miran el porvenir con los ojos

de Abel, de Frank y de aquel peruanito cuyo nombre

nunca más supimos y cuya imagen siempre atamos

a la de Juan

Pablo, a su sonrisa insepulta, descubrimos

que detrás de cada acto nuestro resplandecería la palabra

del Apóstol.

Después vino la escritura de fuego, el temple

del cuchillo relampagueando en las noches de la Sierra,

la apertura hacia la luz del trabajo voluntario

y, como una mano tibia que se tiende

para estrechar otra, el internacionalismo proletario.

Nadie podrá decir que es una flecha oscura nuestro nombre.

Nuestro pequeñísimo nombre que hoy atraviesa otras latitudes

en el atavío y el máuser de los compañeros que entre cánticos

y espasmos

marchan hacia el amanecer de la armonía.

Nadie podrá decir que es una flecha oscura nuestro nombre.

Crónica de Quito

Alex Pausides

(Pilón de Manzanillo, Cuba, 1950)

Poeta. Premio de la Crítica en 2005, por su libro Ensenada de mora. Preside la Asociación de Escritores de la UNEAC

a winston orrillo

en quito una ancianita

de coca y cóndor y casi centenaria

después de ver a fidel

estrecharle la barba la sonrisa

el corazón lleno de pueblo

—toda un temblor

una brasa increíble a su ceniza—

le dijo a su nieto

que ya podía morirse

que ya era feliz

porque había visto

al hombre

(Manzanillo, 1972)

Su presencia

Virgilio López Lemus

(Fomento, Cuba, 1946)

Poeta e investigador. Autor de una veintena de títulos y uno de los más serios estudiosos de la poesía hispanoamericana.

Su nombre es un verbo: sea el día

y sean las noches. Nadie puede resumirlo,

no se dedica un poema directamente a él,

ni una pieza recién hecha, ni una fábrica.

Es un padre, pero todos lo vemos como el mejor

de los hermanos, el amigo más alto.

No se le dedica directamente cosa alguna

pero cada hombre del pueblo moriría por él

en cualquier circunstancia.

¡Ordene, Comandante en Jefe!

Antonio Guerrero Rodríguez

(Miami, 1958)

Fue uno de los Cinco antiterroristas cubanos encarcelados en los Estados Unidos por más de 16 años. Héroe de la República de Cuba.

A usted, fiel combatiente que incendió

la aurora decisiva de la independencia

con el esfuerzo de sus nobles entrañas.

A usted, conductor incansable que ha guiado

la ruta de la historia por el honor,

la hermandad, la sólida esperanza.

A usted, invicto soldado que cabalga

sin miedo hacia el sol de la muerte

enfrentando al más brutal imperio.

A usted, que viene y va entre verdades

y lleva en sus manos un corazón gigante

ofreciéndolo con altruismo al mundo.

A usted,

que es pueblo en el pueblo,

que es tierra en la tierra,

que es justicia ante el podio,

que es paz ante la guerra,

le decimos:

¡Fidel, nuestra bandera socialista

jamás se caerá de nuestras manos!

¡Ordene, Comandante en Jefe!

díganos cuál batalla librar

nuestra victoria será inevitable

US Penitentiary

Florence, Colorado

Los días. Las luces

Reynaldo García Blanco

(Yaguajay, Cuba, 1962)

Poeta y promotor cultural. Obtuvo el Premio José María Heredia de Poesía, entre otros.

Sábado 26 de noviembre

En la madrugada suena el teléfono. Largo y tendido. No llegué a tiempo. No pude responder. Pensé que era un equivocado. Un bromista. Tal vez un familiar con noticia poco grata. Avanzó la mañana en un silencio raro. A la hora del café, la radio trajo a casa la tristeza.

Entonces pensé en la paloma sobre el hombro del protagonista de la historia, del mítico, del Caballo. Busco su foto donde aparece en el Ayuntamiento. Un discurso soberbio, altivo y generoso. Una puerta abierta para siempre al corazón de muchos.

Los locos bajitos de la escalera vinieron por fotos, por banderas, por canciones.

En la tarde, un torrencial aguacero anunciaba la semilla, el crecimiento, la continuidad.

En la noche, cenamos frente al televisor.

Domingo 27

Día del Señor. Las iglesias dejaron a un lado las panderetas y los címbalos. Un culto de oración al hombre luz.

Abro al azar el Libro de las Promesas que tengo junto a los discos de Joan Manuel Serrat: He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y verdad. Es el libro de Jeremías. Capítulo 33. Versículo 6. Un profeta de otros tiempos me habla de un profeta de este tiempo, de esta eternidad. Fuimos a firmar el compromiso. No faltaba más. El concepto de Revolución no es una simple planilla. Es un código de honor.

El día se antoja extremadamente luminoso. Desde mi balcón puedo ver La Gran Piedra. Salí por un rato a la carretera que lleva a la Granjita Siboney. Traje unas flores silvestres.

Fuimos a casa de un amigo. Volaron las anécdotas leídas y recordadas.

Se me ocurre decir que si Lezama dijo que Martí es el misterio que nos acompaña, Fidel es el asombro de la permanencia.

Martes 29

Revisé el correo electrónico. Desde Barcelona, Quico y María Antonia nos abrazan y se unen al dolor. Eduardo Méndez, en su inhóspito New Jersey, se pregunta si es verdad. Lina Caffarello y Ángel Kandel, en Buenos Aires, y la Iris en su frío Neuquén, se unen al dolor de la pérdida.

Vuelven los locos bajitos de la escalera a pedir fotos, poemas, banderas.

Miércoles 30

Reunión con Educadores Populares. Compartimos poemas y canciones de Silvio. En tono bajo escuchamos El necio. Casi se nos fue el tiempo en reflexionar por el devenir del país. Las maneras más útiles de seguir el legado.

El Fiel dialoga con el Ernesto, con el Che, con la luz.

Jueves 1ro de diciembre

De nuevo a la ciudad. Un silencio sonoro, como diría el poeta. Banderas y fotos tremolan.

En la Librería Ateneo me encuentro con Mauri Hernández Correoso, fidelista de marca mayor. Me comparte un texto que quiere llevar a la radio:

Yo contigo

Si trato de llegar hasta a tu altura

He de escribir el resto de mis días.

Me niego abrumarte con palabras.

Fue tuyo el triunfo

Ahora te reinventas como luz

Que a la sombra no le dará tregua.

Eres catalejo y evangelio

Rara avis de transparentes alas.

Podría llamarte mito

Alba

Iluminado.

Eres maestro de juntar

Patria

Pabellón

Escudo.

Siempre serás, Fidel

Yo contigo.

Y el Fiel conversa con el Gallardo. El Ignacio. La Amalia. Firma la Constitución. Cabalga también sobre una palma escrita.

Viernes 2

Avanza el protagonista de La Historia. Dicen que cenizas. Yo digo fuego. Hoy en Bayamo. Tres días de peregrinar. Volver al origen. Volver al antiguo nacimiento.

Voy por un pan. El barrio vocinglero y lenguaraz anda de puertas abiertas, pero el corazón callando.

Mi mujer escribe un poema. Me comparte el principio:

Para ser don elegiste venir a este mundo, encarnar un cuerpo hecho de tierra, agua, aire, fuego y troncos… materiales finitos, otrora polvo de estrellas.

Elegiste tener un corazón, esa brújula, aguijón, huésped que no admite impurezas, para que no olvidaras tu origen, ese lugar al que ahora vuelves, totalmente desnudo, hecho luz, así de inapresable, así de eterno.

Me asomo al cielo. Encapotado. La luna me parece cuarto menguante. Parece una nuez, vuelve a decir mi mujer.

Otra vez el himno. Otra vez el clamor.

Sábado 3

La mañana es rotunda. Rutila. Bayamo le cobijó unas horas. La caravana centellea. Se va con los acordes de la clarinada y el himno. De Guisa bajan los agradecidos. Lloran. Vitorean. En Santa Rita meriendan. Le regalan una caja de tabacos. En Jiguaní vuelven a juntarse los mambises. De Dos Ríos y Baire llega un clamor. Tal vez para estos días el Contramaestre no esté crecido, pero allí lo espera su Maestro. Viene del monte. Viene del arroyo de la Sierra. Huele a cedro. Huele a pólvora. El Río Cauto lo sabe.

Sigue la caravana. El armón. Palomas. Gestos. La Cuba profunda tiembla.

Al filo de las 12 entra a la ciudad. Hervidero. Abrazos. Subir lomas hermana hombres. Banderitas en las manos. Corazones en ristre.

Cae la noche. La plaza se desborda. Heroica, rebelde, hospitalaria. El adiós se hace presente.

Domingo 4

Sale el sol en el Oriente. Un hombre se despide breve y profundo del Titán de Bronce. La Avenida Patria es un río de gente. La mañana quiere ser pujante, pero hay un algo, un misterio, un asombro que le impide sobresalir. Luto. Tristeza. Otra vez dolor. Piedra blanca. Piedra negra. Piedra eterna. Entonces se oye la voz del Maestro: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador; pero viven perpetuamente y fructifican los pensamientos que en él se elaboraron”.

No habrá monumentos, estatuas, plazas, calles que lleven su nombre. Pero será semilla, metáfora, futuro.

Vendrán los días. Vendrán las luces. Vendrá Fidel.