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Opinión
Algunos retos de la Comisión de la Verdad en el Caribe colombiano: Una mirada territorial desde el norte del Cesar
Felicia Bracho Oñate / Miércoles 6 de noviembre de 2019
 

En Colombia son muchas las personas que no consideran probable la oportunidad de paz en el territorio y la veracidad de los mecanismos que buscan visibilizar los años que vivimos de guerra. Luego de la firma de los acuerdos vemos como se ha sectorizado el proceso de paz respondiendo a las contiendas políticas y de poder y produciendo a diario más fracturas en el tejido social colombiano. Es por eso, que en nuestro país se necesita seguir generando confianza a la ciudadanía a través del cumplimiento de las garantías de no repetición pactadas, para que se fortalezcan, a partir de las pequeñas gestiones, los lazos de confianza nacional.

Pero encontramos acciones que agreden el sueño de establecer una paz que nos incluya a todos, como por ejemplo lo que ha sucedido con el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y las acciones de su nuevo director, quien en primera instancia no reconoce la existencia de un conflicto armado interno en el país, y a la vez, demerita los trabajos de memoria que se habían venido adelantando en dicho centro antes de su llegada. Eso hace que a la gente le de miedo contar su verdad, puesto que eso les hace pensar que puede quedar en manos de quienes no la creen, no la valoran y la archivan, reproduciendo así, la perpetua desconfianza en la institucionalidad.

La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV) nace de la necesidad de construir una historia a partir de los diferentes actores que la han suscitado, donde el principio fundamental sea una verdad que atienda a la deuda de trasparencia e integridad de la historia de la Nación. En congruencia, he decidido destacar algunos retos que considero tiene la CEV en el Caribe colombiano:

Reto 1: La historia de la guerra y su naturalización en la oralidad cesarence

Por lo menos en el Cesar puedo decir que la violencia de cualquier tipo se ha naturalizado y permanece viva en la oralidad de las personas, contribuyendo a una acumulación de “anécdotas” de la guerra que son contadas en distintos espacios del territorio, pero que están a un paso muy distante de reflejar la formalización de la historia del departamento. Las personas ponen en tela de juicio a su vida, ya que es claro que en gran medida los determinantes de esa guerra son quienes poseen el poder político y económico. Por lo que hay que buscar la forma de hacer referencia concreta de los determinadores y responsables, para que la narración sea explicita y contundente.

En lo que también hay que ser taxativo es en la dinámica patriarcal a la que son sometidas las mujeres y las muchas formas de violencia que han padecido con ocasión del conflicto armado y a la reproducción misógina de prácticas que vulneran sus derechos políticos, reproductivos y socioculturales.

Reto 2: Participación de los múltiples actores y clara diferenciación de los involucrados

La CEV debe dar cabida en el relato de la historia del país a las voces de la pluralidad de actores que participaron de cualquier forma en ella. Contando con la diversidad de sujetos victimizados, los actores armados y los determinantes y responsables de la guerra. En el Caribe se debe hacer énfasis en las perpetraciones e impactos que cada actor armado ocasionó y la diferenciación de los impactos y/o afectaciones generadas a cada comunidad.

Además, creo que es necesario que la CEV dignifique la historia de las comunidades étnicas y aclare los factores que han incidido en la vulneración sus derechos, teniendo en cuenta que cada territorio vivió el conflicto de manera particular de acuerdo a las desigualdades que viven los sujetos colectivos. En esa dirección, debe reflexionar acerca de las variadas maneras como relaciones de poder se establecen e imbrican en los territorios y los dispositivos racistas que promueve la violencia.

Así las cosas, es ineludible que se reconozcan sus resistencias y la manera como han aportado a la paz, para que puedan seguir reafirmando su identidad, sus recursos de afrontamiento y su contribución al proyecto de Nación multiétnica, pluricultural y polilingüística en medio de la construcción de la paz.

Reto 3: Recurrir a las voces de los territorios

Es de suma importancia que la CEV acuda a los territorios masivamente afectados por la violencia para que así las gentes puedan contar sus experiencias en la guerra, lo que facilitaría el quehacer investigativo y daría como resultado un espectro más amplio de lo sucedido, porque no todas las personas van acercase a las Casas de la Verdad a contar lo que vivieron.

Considero que se deben extender los espacios de participación de las comunidades, integrando a personas que nunca han contado sus vivencias, ya que ciertamente pueden tener un discurso más fresco frente a esas personas que lo hacen seguidamente y, por lo tanto, habitúan y mecanizan su relato.

Reto 4: Inclusión de jóvenes “victimas” y “victimarios”

Si bien ciertamente son las personas mayores las depositarias principales de la memoria de las comunidades; los jóvenes, adolescentes e, incluso los niños y niñas, también tienen grabadas en sus memorias hechos de lo sucedido, ya sea porque lo vivieron de manera directa o porque escucharon los relatos de sus mayores. Ese es un importante acervo de recuerdos y de interpretaciones con un valor simbólico inestimable que también debe ser recogido para evitar la construcción de narrativas adultocéntricas con poco sentido para las nuevas generaciones.

En este contexto, en el proceso de esclarecimiento de la verdad debe quedar claro que el conflicto armado y la violencia que le es inherente, ha venido golpeando diferencialmente a los adolescentes, niños y niñas, sobre todo porque ha generado muy tempranamente consecuencias que han significado quiebres y marcas profundas en sus proyectos de vida.

Reto 5: Solidez de los relatos históricos

El resultado de la CEV debe ser elaborado bajo un contexto histórico sólido, donde la mayoría de los participantes se vean reflejados, a fin de no quedar únicamente con las memorias de los actores. Se debe propender en atender a las necesidades de verdad histórica existentes, para que la narrativa no quede fijada exclusivamente en recoger las vivencias e identidades del universo de los sujetos que vivieron el conflicto y no se olvide de vincular las opresiones y contextos que posibilitaron las victimizaciones.

Es necesario también definir un proceso expedito de articulación entre los distintos organismos que les permita ahorrar trabajo y tiempo. Las entidades del Estado y las organizaciones civiles que han trabajado ejercicios de memoria son fundamentales como aliados en grupos de coinvestigadores.

Apenas aquí se han enunciado y analizado algunos de los retos que se le presentan a la CEV, pero sin duda éstos son muchísimos más, sobre todo si se tiene en cuenta el corto tiempo de su mandato contrastado con el largo período histórico que tiene que abordar y la multiplicidad de violencias que se escenificaron y los contextos complejos que configuraron.

Finalmente se espera que, en su pretensión de incorporar todas las voces de los actores concernidos en el conflicto armado, no se termine construyendo narrativas en las que terminen equiparados en un mismo horizonte a los vencidos y a los vencedores.