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Alfredo Molano y su legado para la Comisión: una escucha con devoción y sin prejuicio
La explicación de la historia desde su conexión directa con la geografía y la escucha como principio hacen parte del legado que Alfredo de la Cruz Molano Bravo, fallecido el pasado 31 de octubre, le deja a la Comisión de la Verdad.
Comisión de la Verdad / Sábado 16 de noviembre de 2019
 

Alfredo Molano llegó a la Comisión de la Verdad después de 50 años de desandar las trochas y surcar los caminos de la gente, de reinventar las búsquedas sociológicas y periodísticas para contar historias humanas y fundamentales. Descreído de los títulos y de las etiquetas, sus viajes dejaron más de una veintena de libros donde se combinan magistralmente la literatura, el periodismo y la investigación social. “Los años del tropel” (1985), su primer libro, fue un relato campesino desde la perspectiva de los sobrevivientes a la época de La Violencia. “Trochas y fusiles” (1994), un retrato de los combatientes de las Farc; “Del llano llano” (1995), seis perfiles en la Orinoquia; “Desterrados” (2001), historias de desarraigos a partir de su propia experiencia como exiliado a principios del siglo XXI; Ahí le dejo esos fierros, relatos sobre desmovilización y reincorporación, “A lomo de mula” (2016), un viaje a los orígenes de las Farc o “De río en río” (2017), un viaje a los territorios negros, por mencionar algunos.

Cuando se sumergió en su misión como comisionado, señaló: “Es la hora de una luz, así sea tenue, que permita vislumbrar el rostro de la tragedia que hemos vivido. ¡Que se abran las ventanas!”, al cerrar su columna de opinión en El Espectador. “La misión que nos ha sido dada es borrascosa”, afirmaba porque consideraba que reconocer la verdad sería doloroso, pero necesario para Colombia: “Ese sufrimiento hecho conciencia será liberador, y quizás a partir de allí podamos ser pasajeros del mismo barco”.

Cartografía de la verdad

Para garantizar el derecho a la verdad del conflicto armado, Molano partía de una gran cantidad de mapas para trazar las rutas por donde pasaría la Comisión de la Verdad. No concebía la historia sin la geografía, le interesaba indagar en qué parte del río, en qué coordenadas específicas y en qué cruce de caminos se situaban los relatos.

El agua como ordenador del territorio era una guía permanente y su sentido de orientación se soportaba en su amplio conocimiento de las cuencas y fuentes hídricas del país. Los equipos móviles de la Comisión se reafirman en esa máxima del trasegar hacia el conocimiento, como fue su experiencia con muchas personas en sus propios terruños donde cobra sentido la palabra.

¿Por qué el sur del Tolima y el norte del Cauca se convirtieron en las principales concentraciones de una guerrilla? ¿O por qué el Nudo de Paramillo fue lugar de accionar del paramilitarismo? Sus preguntas eran una gran travesía por las memorias individuales y colectivas situadas en un tiempo y en un lugar.

Escuchar

Su estilo fue el tejido de voces hilado a través de distintos caminos: de herradura, carretera, río o una ruta marítima. Una mirada desde adentro y no acusadora que intentó extender. Su preocupación por el relato de las personas anónimas, y de manera particular de la población rural, hizo de la escucha una de las claves de su metodología.

Su propuesta no se revestía de tecnicismos. “El mecanismo es muy simple: hay que hablar con la gente”. Advertía una fuerza en la oralidad y en escuchar con devoción y sin prejuicio. “El cuento de la gente como lo quiera contar” fue una de sus más genuinas pasiones porque no solo encontraba información sino también belleza en su lenguaje, el tono y la autenticidad. Para Molano no había desperdicio: “los silencios son interesantes de investigar y entender. Hay silencios que son casi confesiones”.

No quería que el mandato de la Comisión se convirtiera en una tarea académica. Se rebelaba contra todo tipo de formatos, “los cuadritos”, insistiendo en que la vida y el testimonio vivo no podían encasillarse en matrices. “La vida es la energía más variable y cambiante, la que menos se deja apresar: es movimiento puro. No se deja medir, no se deja congelar, no se deja meter en cuadritos. La vida repugna el lenguaje de los códigos”, escribió en un correo interno a su equipo de trabajo.

Para esclarecer la verdad consideraba fundamental también tener en cuenta el testimonio de los responsables de distintos hechos de violencia como “una fuente necesaria para el equilibrio de la Comisión”. El concurso de múltiples voces era su criterio ético para acercarse a diversos protagonistas del conflicto desde una perspectiva humana.

Su brújula: las víctimas. “Yo he tenido una posición ética desde el comienzo. Yo estoy con las víctimas. Yo miro desde ahí. El carácter ético significa ecuanimidad y serenidad en el trabajo, lo cual no quiere decir indiferencia naturalmente”, expresaba en su entrevista de postulación a la Comisión de la Verdad ante el Comité de Escogencia.

El informe final según Molano

Durante su postulación como comisionado de la verdad, Molano imaginó cómo debería ser el informe final que entregará la Comisión en noviembre de 2021:

“Este informe será fundado en los testimonios de la gente que sufrió, que vivió, que estuvo cerca. Toda la gente. Eso conduce a un informe central, escrito, y a unas formas de divulgación que deberían ser una web donde el país tenga acceso a esa información”. El punto más relevante es que el resultado de este proceso no se limite a una versión para los académicos, “atascado en las bibliotecas”, sino a un informe divulgado amplia y popularmente en todos los lenguajes y formatos como sea posible.

Su énfasis en el enfoque territorial se combinó con un criterio histórico social para ir a las raíces de la explicación de las dinámicas del conflicto armado. “Una Comisión de la Verdad de Colombia no puede ser superficial como no lo ha sido la violencia que hemos vivido”. Un punto de partida: el año 1958 para explicar el conflicto no solo a partir del surgimiento de una guerrilla sino a partir de la configuración del Estado.

En calidad de comisionado, en Villavicencio se refirió ya no solo al informe sino a su apropiación por parte de la sociedad: “Un reto que tiene la verdad es que no solo tiene que ser oída, no solamente elaborada, sino que tiene que ser defendida. Una verdad que no tenga un poder que la defienda es una verdad casi banal”, en el foro Hablemos de Verdad el pasado 3 de abril 2019.

Cuando el equipo de comunicaciones le pidió que pensara en un animal que representara a la Comisión, propuso el alcaraván: “El cuidandero de la sabana, canta de noche, alza su vuelo al advertir el peligro. Pero no huye, avisa”.

Semanario Virtual Caja de Herramientas Edición 661 – Semana del 16 al 22 de noviembre de 2019