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Regreso a Vuelta Acuña
Camilo Rueda Navarro / Miércoles 25 de diciembre de 2019
 

Un viaje al pasado entre vías férreas de trenes que ya no pasan, ciénagas y ceibas centenarias.

Ir a la vereda Vuelta Acuña es como conocer uno de esos parajes del realismo mágico. Cruzar una vía férrea en desuso, ver revolotear mariposas amarillas y libélulas rojinegras, y navegar sobre ríos y ciénagas en un camino hacia el pasado. Refugiarse del sol en la sombra de totumos, ceibas centenarias y platanales, mientras se escuchan testimonios de guerra y de paz.

Vuelta Acuña es uno de esos lugares que hacen cuestionarse la lógica del ordenamiento territorial colombiano. Jurisdicción del municipio de Cimitarra, departamento de Santander, sus lazos son más estrechos con Puerto Berrío, cruzando el río Magdalena, pero en dominios antioqueños. Un ordenamiento arcaico que desconoce las dinámicas sociales y el ser ribereño habitante de esta tierra media.

Este diciembre, un grupo de familiares que habían partido de allí hace cuatro décadas regresó para un reencuentro. Para estrechar los vínculos que los ciclos de violencia no pudieron cortar del todo. Para rememorar las anécdotas, los relatos y los proyectos inconclusos.

A la orilla de un brazo del Magdalena, el mismo que titula una novela de Marbel Sandoval inspirada en estas historias, concurrió una nutrida parentela de "Lascarros, Muñoces y Leales". Algunos conviven cotidianamente, otros se reencontraron después de muchos años, y algunos más ni siquiera se conocían. El viaje estuvo acompañado de un equipo periodístico de la Agencia Prensa Rural, en su búsqueda de documentar las historias de esta región del país.

Fueron cuatro décadas los que tomó este regreso. No se trataba de reclamar tierras, como se especuló en la vecina localidad de Puerto Berrío, explicó uno de los organizadores de la visita, que partió de allí como el joven “Tando”, reconvertido en Pastor Lisandro Alape Lascarro, luego de años de lucha insurgente y de la firma de la paz. Se trata de llevar un mensaje de reconciliación, de decirle no más a la guerra, de evidenciar que la paz avanza a pesar de las dificultades, aclaró.

Por eso, se congregó con varios familiares y con las comunidades que hoy habitan los terrenos donde quedaba su casa de crianza, los caminos que andaba en su niñez y las quebradas donde aprendió a nadar y a vivir. Allí surgieron recuerdos, historias del activismo político en los años 70, y los dolorosos testimonios de la represión en la que perdió a varios de sus familiares.

De hecho, Vuelta Acuña fue el escenario de una masacre ocurrida en enero de 1984, uno de los episodios de la guerra sucia en el Magdalena Medio. Masacre que generó una ruptura con el territorio para la mayoría de la familia. Sólo algunos pocos se mantuvieron allí, bajo el silencio y a resguardo.

“Volvimos a Vuelta Acuña, después de 40 años, para reconstruir vínculos familiares, compartir memorias de la región y promover la reconciliación y la no repetición del conflicto en los territorios”, escribió Alape tras la visita. Hoy dirigente del Partido FARC, trabaja por la construcción de la paz desde el Consejo Nacional de Reincorporación, el organismo creado por el acuerdo de La Habana para gestionar el tránsito a la vida civil de 13 mil excombatientes.

Por eso, este regreso se concibió como un mensaje de paz, una apuesta por la reunificación familiar y por la recomposición del tejido social en las comunidades. En otras palabras, es la búsqueda de una segunda oportunidad sobre la tierra.