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Opinión
200 años de independencia de Centroamérica, nada que celebrar
Este 15 de setiembre es un día especial para que los hondureños cavilemos y pensemos en que es preciso unir voluntades para enfrentar las castas que nos han desgobernado y para unir nuestros ideales, nuestras fuerzas, nuestro entusiasmo por hacer, de esta Honduras, la Patria que Morazán quiso para todos nosotros.
Víctor Manuel Ramos / Jueves 16 de septiembre de 2021
 

No hay nada que celebrar, sino luchar por una verdadera independencia.
El 15 de setiembre de 1821, la casta gobernante de la Capitanía General de Guatemala, firmó el Acta de Independencia de Centroamérica, adelantándose al clamor del pueblo y para evitar que éste la proclamara por su cuenta y estableciera el sistema republicano. El Acta mandaba a que los ayuntamientos ratificaran si la independencia era aceptada o no. Seguidamente, el mismo 15 de setiembre, las autoridades coloniales, al mando del Capital General Gabino Gaínza, fueron ratificadas para continuar en el mando de la nueva nación; es decir, los funcionarios dependientes del Rey de España continuaban al frente de Guatemala para conservar sus canonjías y los títulos nobiliarios del Adelantamiento de Costa Rica, del Marquesado de Lorenzana, del Marquesado de Talamanca, del Vizcondado de Aldecoa y del Marquesado de Aycinena.

Por esa misma razón, cuando Agustín de Iturbide es proclamado Emperador de México (19 de mayo de 1822), los gobernantes de la ex Capitanía de Guatemala anexan a Centroamérica a México, decisión que no fue bien recibida por los pueblos centroamericanos que se habían declarado en favor de la independencia y de las ideas republicanas.

Iturbide, como regente del Imperio Mexicano, envió a Gaínza, el 29 de octubre de 1821, un mensaje invitando a Guatemala a formar parte de México. Pero se había anticipado un mensaje en el que alentaba a Centro América a enviar representantes a las futuras Cortes Constituyentes Mexicanas. En la carta, Iturbide anunciaba que un ejército mexicano se dirigía hacia la frontera con Guatemala. Gaínza contesta que debe consultar a los ayuntamientos. El conteo realizado por Gaínza era a favor de la anexión, pero algunos opinaron que el asunto debería ser debatido por el Congreso, como lo mandaba el acta del 15 de setiembre. Además, se dudó de la veracidad del conteo, en otras palabras, Gaínza hizo fraude, el primero en nuestra historia como nación, porque en México se hablaba de entronizar un Rey de la familia Borbón.
Las tropas mexicanas, al mando de Filísola, ocuparon Guatemala. La resistencia más feroz se presentó en San Salvador por lo que Filísola acudió a esa Provincia para sofocarla. Los gobernantes de Guatemala se sentían muy augusto con el sistema imperial pero en México, las facciones republicanas acabaron derrocando al Emperador y Filísola, como respuesta, convocó al Congreso que, reunido en Guatemala, Proclamó la Independencia absoluta, el 1 de julio de 1823.

En Honduras, cuando llegan los pliegos del Acta del 15 de setiembre a Comayagua y a Tegucigalpa, el 28 de setiembre, se producen dos reacciones encontradas: Comayagua en contra y Tegucigalpa a favor. En Tegucigalpa, el Acta de adhesión fue redactada por Dionisio de Herrera. Además se pronunciaron en favor de la independencia: Los llanos de Santa Rosa, Gracias, Omoa, Trujillo, Santa Bárbara, Choluteca y otros más. Comayagua para enfrentar a Tegucigalpa amenazó con una invasión militar. Tegucigalpa por su parte organizó milicias para defender la independencia. Morazán era uno de los integrantes de esas milicias, con el grado de Teniente.

El Congreso de Guatemala, de 1823, declara la Fundación de las Provincias Unidas del Centro de América y anuló todos los títulos de nobleza y toda otra distinción nobiliaria, incluido el tratamiento de Don, así como los tratamientos honoríficos para ciertos funcionarios y corporaciones. Al hacerse el escrutinio para nombrar el nuevo presidente de la República, el Lic. José Cecilio del Valle resulta triunfador, pero los diputados conservadores logran convencer a algunos liberales, tuercen los datos y eligen a Manuel José Arce. Los antiguos gobernantes coloniales habían retomado el mando del nuevo Estado y se ejecutaba, de esta manera, el segundo zarpazo a la voluntad de los pueblos.

Arce no tardó, bajo el impulso de los conservadores, en orientarse hacia la dictadura y al atropello de la ley: invadió Honduras y El Salvador. En Honduras capturó a Comayagua y puso prisionero al Jefe del Estado, Dionisio de Herrera, que fue enviado a Guatemala. Esta arbitrariedad hace surgir la figura heroica de Francisco Morazán quien inicia las actividades para organizar un ejército, al que llamó Ejército Aliado Protector de la Ley, para marchar triunfalmente sobre Guatemala, deponer a los usurpadores y violadores de la Constitución y restituir el imperio de la ley, restablecer las libertades y tomar las medidas para restaurar la República.
Tras la epopeya libertadora de Morazán, es nombrado Presidente de la Federación. Los conservadores no cesaron en obstaculizar el progreso de la República hasta que obligaron a Morazán a dimitir y con su salida se despedazó la Federación y las cinco parcelas tomaron su propio camino por la senda del atropello a la ley y el retorno a la barbarie.

A partir de la disolución de la Federación, la Historia de Honduras, como ha dicho Rafael Heliodoro Valle, puede contenerse en una lágrima. Salvo breves lapsos de regímenes con intenciones reformistas, durante la mayor parte del tiempo de estas dos centurias, el país ha estado gobernado por la casta que desciende de aquellos que gobernaban la Provincia antes de la independencia. Si después del 15 de setiembre de 1821 aspiraban a volver al seno de la Corona española, mas tarde fueron condescendientes con los ingleses y en el más largo tramo de la historia reciente hasta nuestros días, han entregado las grandes decisiones, que debieron corresponder a los hondureños, al gobierno norteamericano.

La vida de los hondureños se ha caracterizado por el odio de hermano contra hermano, circunstancia que ha permitido la posibilidad de que se entronicen, en la dirección del Estado, las élites entreguistas, antidemocráticas, negadoras de las libertades elementales para los hondureños y de las posibilidades del progreso material y cultural que, de ser así, a estas alturas, nos habríamos convertido en un país en donde los compatriotas pudieran disfrutar de una vida plena de libertad, de comodidad económica y sabedora de que puede gozar de los derechos esenciales por los que lucharon los patricios, proclamados durante la Revolución Francesa y consolidados con la Declaración de los Derechos Humanos promulgada por la ONU.
Vivimos, exactamente, en el mismo ambiente de violación a la Constitución y a las libertades que protagonizó José Manuel Arce. No nos hemos anexado a ningún país pero las decisiones fundamentales, que corresponden a los hondureños, las dictan desde el extranjero con la benevolencia sumisa de quienes nos gobiernan, tenemos una casta militar que desde que tomó ilegalmente el poder en 1963 ha considerado las arcas nacionales como su botín, aún con los gobernantes que nos han hecho creer que vivimos en una democracia plena pero que se ha traducido en miseria, pobreza, analfabetismos, insalubridad, desempleo, migración con serios peligros para quienes abandonan el suelo patrio, inseguridad, trasgresión de la justicia, imposibilidad de que el pueblo decida en las urnas su destino, en el resurgimiento del Estado fundamentalista religioso por el que propugnaban los Aycinena y, para rematar, en la venta del territorio nacional a retazos.

No hay independencia que celebrar. Nuestro país no ha podido respirar los aires de libertad a los que tiene pleno derecho. No han servido nuestros recursos para construir una nación con plena satisfacción de sus garantías, escritas sin vigencia en las páginas de la Constitución.

Por suerte, las esperanzas del pueblo hondureño siguen vivas. Un Norte de redención está señalado por la acción y la obra de Francisco Morazán, quien, en su Manifiesto de David, definió con palabras meridianas, cuál es la patria a la que debemos aspirar y cuál es la patria que nos han impuesto, la falsa patria, la que desconoce a sus hijos y los mantiene con la bota en el cuello.

Este 15 de setiembre es un día especial para que los hondureños cavilemos y pensemos en que es preciso unir voluntades para enfrentar las castas que nos han desgobernado y para unir nuestros ideales, nuestras fuerzas, nuestro entusiasmo por hacer, de esta Honduras, la Patria que Morazán quiso para todos nosotros.

Tegucigalpa, 15 de setiembre de 2021.