Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra
:: Magdalena Medio, Colombia ::
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La emblematica organización campesina celebra su 25 aniversario
ACVC, 25 años caminando y luchando junto a las comunidades
La memoria histórica es fundamental para entender el valor de este proceso, es nuestra significancia y es el acervo que en la construcción colectiva nos ha orientado con la vigencia que han traído las generaciones que le apostamos a la construcción de un proyecto organizativo que encarne las aspiraciones históricas del campesinado en la región.
 

En los actos de celebración realizados en el municipio de Cantagallo, en el Sur de Bolívar, el dirigente de la ACVC, Miguel Cifuentes Ardila, leyó este importante documento que sintetiza la trayectoria social y política de la organización, compartimos la totalidad del texto:

Las luchas agrarias del magdalena medio se remontan al siglo anterior, en medio de las tensiones con la gran propiedad, de la mil veces postergada reforma agraria, del impulso de procesos organizativos que producto de las maniobras de los poderosos se diluyeron en ilusiones, o que gracias a la violencia oficial fue victimizada y martirizada por estructuras criminales amamantadas desde el estado y promovidas por el poder terrateniente.

Pero precisamente por ello son emblemáticas, los hombres y mujeres que sobrevivieron a la despiadada estrategia del exterminio, con sus familias, corotos, animales y esperanzas, siguieron su travesía vital, construyendo procesos de resistencia social y civilista, abriendo con su trabajo un nuevo territorio. Así llegaron al valle del rio cimitarra, para empezar de nuevo, con la herencia que les había dejado su lucha, con el sueño de construir proyecto de vida, de esa forma configuraron este territorio de aguas caudalosas, montañas impenetrables, animales casi mágicos, riveras y valles fértiles, aquí nuestras fundadoras y fundadores encontraron un edén para volver a iniciar, para hacerse a un pedazo de tierra y transformarlo con sus manos, para vivir en paz, en comunidad.

Pero la guerra los siguió persiguiendo, el odio visceral del latifundio, de los grandes propietarios, que no querían ver a una comunidad organizada al otro lado del rio, porque se convertían en un atajo para el apetito voraz de llenar de pastos toda la región, de destruir los bosques y envenenar los ríos. Así volvió la guerra, de la que los nuevos colonos habían huido, el terror en forma de retenes militares y paramilitares, la estigmatización, la persecución, el señalamiento, y el asesinato, la desaparición forzosa como pan de cada día. Ese fue el contexto de los años noventa en nuestra región.

La violencia política se replicaba como método perverso para mantener intocables los privilegios, y para negar los derechos de las comunidades, en ese marco irrumpe la apuesta social de organización y movilización, ante eso era necesario ver en los procesos organizativos una alternativa legítima de preservación colectiva y para que a través de la política se garantizara la vida y la preservación del territorio., una experiencia que ha quedado marcada en la memoria y el imaginario colectivo, la coordinadora campesina y popular del magdalena medio, una verdadera escuela que forjó los liderazgos campesinos de nuestra región, el referente del proceso organizativo que desembocaría en la constitución de la asociación campesina del valle del rio cimitarra.

La respuesta de las comunidades fue no callar frente a los desafueros y violación permanente a los derechos humanos del campesinado, la dignidad era la divisa de este puñado de hombres y mujeres que aspiraban a vivir en paz y que se expresó en las jornadas de movilización por la vida que se conocieron como los éxodos campesinos, que arribaron a Barrancabermeja denunciando los atropellos y evidenciando que una nueva fuerza social emergía en el valle del rio cimitarra, que de las montañas de la serranía de San Lucas caminaban atravesando sus intrincados caminos para embarcarse en las chalupas y canoas, miles de familias que arribaron a Barrancabermeja en 1996 y en 1998, y que demostraron el poder de la unidad, de la lucha, de la fuerza transformadora del campesinado.

Hoy queremos recordar esa gesta de movilización, el camino que iniciamos hace 25 años, en medio de vicisitudes, reveses, así como lecciones, con la esperanza y empoderamiento que nos dejan los retos, avances, reinicios y victorias. Hoy queremos en este acto hacer remembranza de este proyecto, que hombres y mujeres hombro a hombro empujaron con empeño, amor, con la fortaleza de la dignidad y su ejemplo ético, haciendo de este periplo, un trasegar para defender la vida, el medio ambiente, los derechos, una experiencia real de poder social y popular, hecha a pulso y que sigue andando.

La memoria histórica es fundamental para entender el valor de este proceso, es nuestra significancia y es el acervo que en la construcción colectiva nos ha orientado con la vigencia que han traído las generaciones que le apostamos a la construcción de un proyecto organizativo que encarne las aspiraciones históricas del campesinado en la región.

Son 25 años de resistencia e impulso de iniciativas que fortalecen el arraigo y proyectan la consolidación de economías campesinas y familiares, en esa dinámica hemos construido nuestra propuesta, que tiene su emergencia en la movilización y por tanto su escuela, pero que se despliega para concretar un modelo de vida como opción para nuestras comunidades.

En esa dirección durante nuestra existencia organizativa, hemos acompasado con la organización y su fortalecimiento, la lucha por el ordenamiento del territorio, incorporamos desde nuestros días tempranos la bandera de las zonas de reserva campesina, articulada a la aspiración del movimiento campesino de avanzar hacia la reforma agraria, esa lucha permitió constituir la ZRC del valle del rio cimitarra, que desde entonces enfrentó poderes oscuros que atentaron contra ella, satanizándola, suspendiéndola y persiguiendo a sus liderazgos. Pero la persistencia de nuestro colectivo, la convicción de dimensionar esta figura como un avance profundo en la transformación de las relaciones de propiedad y poder en la ruralidad, nos permite en este aniversario, destacar que la ACVC es un hito nacional en el impulso y la concreción de las reservas campesinas.

También somos víctimas de la guerra, conocemos su barbarie no solo en los relatos de quienes han sufrido de ella, nosotros vivimos en carne propia la violencia, esa cruel experiencia que ha marcado nuestro camino, dejando dolor y soledad en nuestra comunidad. Bloqueos económicos, incursiones criminales que incendiaron las viviendas de nuestra gente, bombardeos y ametrallamientos indiscriminados, militarización y falsos positivos, montajes judiciales, y criminalización de nuestra lucha. En medio de esta tragedia organizamos las acciones humanitarias, como mecanismo de participación social y denuncia ciudadana, que logró impactar el apoyo internacional y debelar esa metodología infame de guerra en nuestra región, generando dinámicas solidarias y de acompañamiento, que permitieron desmontar esta infamia y fortalecer el tejido social y comunitario.

Esta vivencia ha madurado nuestra convicción de luchar por la paz, de agitar la bandera de la solución política. Ni en los días más oscuros de presión de la tenaza del paramilitarismo y su connivencia con las fuerzas militares, los poderes políticos y económicos de la región, renunciamos a mantener en alto la aspiración a avanzar en los diálogos que conllevaran a salidas civilizadas.

Desarrollamos ejercicios de interlocución con las expresiones de la insurgencia en el territorio para garantizar el respeto al derecho internacional humanitario, entablamos acciones jurídicas y de movilización frente a las reiteradas infracciones de agentes del estado en el territorio, gestionamos la presencia de organizaciones de acompañamiento internacional que garantizaron conminar a los grupos armados para respetar a la población y sus expresiones organizativas.

Este acumulado, como sujetos activos por la paz, permitió el reconocimiento nacional de nuestro proceso al ser honrados con el premio nacional de paz, y nos dio la autoridad para impulsar espacios como el encuentro nacional de organizaciones campesinas, afrodescendientes e indígenas por la paz, el dialogo es la ruta, que se constituyó en un hecho político de gran magnitud, rompiendo el cerco que el establecimiento le había tendido a la posibilidad de avanzar a la concreción de un acuerdo político con la insurgencia que pusiera fin a la confrontación.
Podemos decir sin presunciones, que contribuimos a abrir un nuevo escenario en la sociedad colombiana, ya que fue la ruralidad, que experimento el dolor que deja la guerra, la que impulso un nuevo momento, que de alguna manera dinamizó la posibilidad de estructurar unos diálogos que llevaron a alcanzar el acuerdo final de paz entre el estado y la extinta guerrilla de las FARC.

La aspiración de paz en el territorio, que vimos con esperanza hace cinco años, recogía un eje central de nuestra lucha y sigue latente a pesar de las limitaciones en la implementación, de las salidas en falso del gobierno que prometió hacer trizas los acuerdos. Esta sigue siendo una bandera de lucha, que refrendamos en cada espacio, que sabemos que solo con organización y unidad podemos lograr que no nos sea arrebatada. Allí se refleja nuestra trayectoria como proceso organizativo, es nuestro homenaje a cientos de desaparecidos, asesinados, desplazados, es el sentido de nuestra lucha.

Durante estos 25 años hemos defendido nuestro territorio en nuestra relación con el entorno, la naturaleza y el ambiente. Impulsamos la defensa de la fauna desarrollando procesos de educación para garantizar la reproducción de las especies, las tortugas, los micos, las chuchas, las lapas, el tigre. Entendimos la importancia vital de asumir el cuidado de nuestra casa, del bosque húmedo tropical, de la montaña y los ríos que surcan la región. La tortuga en nuestro escudo es la impronta que ratifica ese compromiso, desde nuestra fundación este elemento esta articulado a nuestro deber ser, hemos estructurado acuerdos comunitarios para respetar la reserva natural que demarcaron nuestros viejos, la línea amarilla, experiencia reconocida por la academia e investigadores como única, que logró mantener el ultimo bosque del norte de Colombia. Promovimos los campamentos ecológicos, para recorrer y reconocer nuestra riqueza ambiental, allí nos acompañaron jóvenes de todo el país, que aportaron con su presencia y solidaridad para visibilizar nuestra lucha.

Desarrollamos proyectos para que la minería tradicional no impactara nuestras tierras y aguas, promovimos con universidades y entidades de conservación caracterizaciones bilógicas que concluyeron que nuestro territorio tiene una riqueza única en especies que garantizan el equilibrio ambiental para toda la región norte del país, reconocimos las rutas del puma y el jaguar, para convivir con estos grandes felinos entendiendo su aporte para proteger la naturaleza. Desplegamos campañas para restaurar y defender los humedales y la serranía. La asociación ha reconocido que las apuestas deben fortalecerse teniendo en su foco los aportes en el diálogo de saberes, la apertura a nuevos enfoques que tiene en su centro en lograr una mayor dignificación y garantías para el ejercicio igualitario de derechos. Por esto hemos aunado esfuerzos para conocer y llevar a la práctica agendas ambiciosas que reivindican el medio ambiente y la protección de las aguas, bosques y especies de nuestra región. Somos una organización comprometida con el respeto al medio ambiente, que aporta para defender los pulmones de la humanidad.

En estos 25 años hemos construido lazos de hermanamiento con organizaciones sociales a nivel nacional y mundial, participamos de plataformas del movimiento agrario, impulsando no solo campañas, sino asumiendo la convicción de defender la soberanía y seguridad alimentaria, traducido en el impulso de proyectos productivos que son un referente en todo el país, siembra de arroz, caña, impulso de comités pesqueros, de ganado blanco y bufalero, promoviendo un modelo alternativo a la ganadería extensiva y dándole a nuestra comunidad la posibilidad de fortalecer sus economías familiares. Nos hemos movilizado contra el uso de agrotóxicos, rechazamos el modelo de las fumigaciones como política contra los cultivos ilícitos, impulsamos una salida concertada que privilegie la sustitución voluntaria y financiada por el estado, insistimos en que la salida al problema de las drogas ilícitas, pasa por que se cumpla con el plan nacional integral de sustitución de cultivos. Desplegamos el movimiento del intercambio de semillas y la lucha contra los transgénicos, somos una organización internacionalista que resiste a las imposiciones del capital transnacional que busca arrebatar nuestro territorio.

Hemos impulsado la defensa de los derechos de las mujeres campesinas, que parten de reconocer que todos y todas tenemos mucho por transformar desde los temas sencillos, como el equilibrio en las cargas de trabajo en los hogares, el reconocimiento de todo lo que implica estar en función del otro cuidando, hasta asuntos de mayor envergadura como la presencia en los organismos de participación política de base y espacios de toma de decisiones, junto con el reto de garantizar entornos seguros para las mujeres y niñas. Esto como organización y como colectivo nos permitirá proyectarnos en la materialización de oportunidades para transitar hacia espacios igualitarios. Por eso impulsamos el feminismo campesino y popular, defendemos nuestra cultura e identidad campesina, la que está profundamente arraigada a nuestra tierra y territorio, a nuestra gente, a nuestros ríos, a nuestra comida, nuestros valles, nuestras formas organizativas y al valor de la palabra y la solidaridad como esencia de la campesina y el campesino. Somos un colectivo que hoy alza su voz, para decir no más violencia contra las mujeres, le hablamos a todos los actores en el territorio: armados y no armados, familiares, vecinos, amigos, instituciones públicas y privadas, y todos quienes quieran menoscabar nuestros derechos humanos. ¡QUEREMOS UNA VIDA LIBRE DE VIOLENCIAS!

No es fácil recoger en estas palabras la historia, trayectoria y apuestas de nuestra organización, son 25 años donde hemos despedido a muchos y muchas compañeras y compañeros, tenemos dolores del alma atorados en la garganta, no olvidamos su sacrificio, su ejemplo. Sus presencias siguen trasegando los caminos polvorientos y surcando las aguas de nuestro valle del rio cimitarra, están en cada acción, en cada escuela, en cada iniciativa productiva, en cada reunión de junta, son y serán la motivación para seguir caminando. Orlando Higuita, Temilso José García, Carlos Ramírez, Gabriela Vélez, Sandra Vélez, Diomedes Playonero, Orlando Triana, Nelcy Cuesta, Erasmo González, Neftalí Ulloa, están siempre en nuestra memoria, el terrorismo de estado no los pudo arrancar de nuestros corazones.

Queremos recordar también a nuestros fundadores y fundadoras, que hacían parte de nuestro Consejo moral y ético, y que fueron en sus vidas ejemplo de consecuencia y compromiso, no olvidaremos sus consejos, sus palabras precisas y motivantes y por supuesto su alegría, estarán siempre en la esencia de lo que somos, Jesús Ospina, Lorenzo Camacho, Aníbal Mesa, José Alpidio Delgado, Miguel Rosendo Cifuentes Duarte, Andrés Flores, Amparo Gutiérrez, Daniel Rodríguez, Salomón Ramírez, Esidelia Duque… palpitan en nuestro corazón y su recuerdo retumba en nuestro territorio.

Por ellas, ellos y nuestras comunidades, por la vida, la alegría, la paz, los derechos campesinos, por el territorio y la vida digna, somos la Asociación campesina del valle del rio cimitarra, somos resistencia campesina que se mantiene en la vigencia de los nuevos tiempos, que seguirá altiva, hombres y mujeres transformadores que seguimos de pie. Ratificamos, hoy, en esta conmemoración de 25 años, nuestro compromiso con las luchas de nuestra gente que son las nuestras, seguimos caminando, para construir el futuro en el presente.