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Opinión
¡Por el cambio, a las urnas!
Pero lo que también hemos visto en la campaña electoral es que las artimañas de la oligarquía no han sido suficientes esta vez para frenar la voluntad de cambio. La victoria en las parlamentarias así lo demuestran, una victoria que se dio voto a voto y en la que fue fundamental la organización popular que hizo posible recuperar más de 700 mil sufragios que el fraude le había arrebatado al Pacto.
Semanario Voz / Viernes 27 de mayo de 2022
 

Las élites colombianas sacan pecho por la naturaleza democrática del país. Insisten en que el mantenimiento de la alternancia electoral a lo largo del siglo XX, que solo se vio interrumpida por una dictadura militar, es la prueba reina de que Colombia es una de las más sólidas democracias de América Latina.

Tal afirmación es una tergiversación de nuestra historia reciente, la cual ha estado marcada por periodos cuando no hubo separación de poderes, cuando se interrumpieron los derechos civiles y el Ejército desempeñó funciones policiales y judiciales, rompiendo así los mínimos estándares con los que la teoría liberal define la democracia.

Desconoce la existencia de un conflicto armado desatado por terratenientes, grandes empresarios y el Estado colombiano contra la población trabajadora que reclamaba derechos sociales y políticos.

La violencia de una burguesía siempre temerosa de que cualquier atisbo de apertura democrática pusiera en riesgo sus privilegios sociales, ha condenado a nuestro país a la tragedia de tener más desaparecidos que las dictaduras del Cono Sur, o que cuente con la mayor cifra de desplazamiento forzoso en el mundo. La burguesía pretende que la democracia se reduce a convocar cada cuatro años elecciones y alternar el poder conservando la paz solo en las grandes ciudades.

El discurso sobre la tradición democrática colombiana, se convirtió en un mantra más fuerte en cuanto el país se sometía más y más a la política exterior norteamericana, pues cualquier acto de violencia en defensa de las instituciones se justificaba como hechos en aras de salvaguardar la libertad, amenazada por el “totalitarismo comunista”.

Sin embargo, desaparecida la URSS, el Estado colombiano no abandonó las doctrinas de la Guerra Fría, que siguió justificando su lucha contrainsurgente, que se recrudeció con la barbarie paramilitar y la política de la “seguridad democrática”, la cual se ensañó con los campesinos, obreros, estudiantes y demás sectores populares organizados para exigir real democracia, inclusión y eliminación de la miseria y la superexplotación.

Como el Pentágono ahora prefiere desplegar con los gobiernos que le resultan incómodos las más sutiles formas de guerra híbrida, antes que promover los tradicionales golpes militares, parece lejana la posibilidad de que en el país se instaure una dictadura de forma abierta y descarada para conjurar el ascenso de las fuerzas populares.

Sin embargo, esto no quiere decir que las fuerzas reaccionarias se vayan a resignar a sufrir pasivamente una derrota política. Nunca lo han hecho, y no hay indicios de que eso cambie ahora. El fraude, la corrupción y la violencia siempre han sido utilizadas para tratar de alterar los resultados electorales a su favor. Ya lo presenciamos recientemente.

Pero lo que también hemos visto en la campaña electoral es que las artimañas de la oligarquía no han sido suficientes esta vez para frenar la voluntad de cambio. La victoria en las parlamentarias así lo demuestran, una victoria que se dio voto a voto y en la que fue fundamental la organización popular que hizo posible recuperar más de 700 mil sufragios que el fraude le había arrebatado al Pacto.

Ahora más que nunca, de cara a las presidenciales, no podemos cejar en el esfuerzo por cuidar los votos. El 13 de marzo fuimos testigos de la capacidad de un pueblo organizado y estimulado por las ansias de un futuro nuevo para enfrentar las maquinarias. El próximo domingo tendremos una nueva prueba, y debemos estar a la altura de su importancia. Ese día es necesario prestar atención a cada detalle para poder movilizar la mayor cantidad de votantes. Nuevamente debemos concentrarnos en la tarea de cuidar nuestros votos frente al fraude, al cual nunca renunciará la oligarquía.

Seamos las guardianas y los guardianes del cambio, la tarea de cuidar el voto consiste en poder asegurar el cubrimiento de los testigos electorales en las mesas de votación. Debemos vigilar y evitar el fraude, las y los testigos tenemos unas tareas principales: llegar temprano, revisar que el tarjetón no tenga alteraciones, vigilar el conteo de la votación, estar atentos a los registros de los formularios E14, y enviar una fotografía de cada acta E14 de claveros, al número de WhatsApp 3238160412.

La información recibida será consignada por un equipo de la campaña del Pacto Histórico que estará en tiempo real sistematizando la información, triangulando los resultados y guardando la información. Los jurados de votación también tienen una de las funciones fundamentales que es, garantizar la transparencia y la exactitud de los resultados. No se debe permitir ninguna alteración de los resultados.

Ganar en primera vuelta es imperativo. Contamos con un equipo numeroso y valioso que está comprometido en la defensa de la votación, son condiciones que nunca antes la izquierda y los sectores democráticos habíamos tenido. Por tanto, tenemos todas las posibilidades de impedir que nos roben un solo voto. El cambio por la vida llegó por la ruta de la unidad y la esperanza de una Colombia democrática y está en nuestras manos y en la voluntad de vencer lograrlo. En las urnas está el cambio, a votar y a vigilar. ¡Esas son las acciones que garantizan la victoria!

Publicado por Semanario Voz