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Opinión
El domingo sí hay por quién votar
El cambio real y transformador se traduce en lograr con el voto que Gustavo Petro y Francia Márquez ganen las elecciones. En ellos va un pueblo, la memoria de los desengaños pasados y la esperanza de un mundo nuevo. No hay que dudar. Que los instructores siniestros del régimen caduco no nos vuelvan a engañar con el exabrupto de prometer el cambio en los mismos de siempre, en los que se enriquecen con el empobrecimiento ajeno, y que se eternizan en el poder por medio de la violencia. El domingo tenemos los ninguneados el poder de cambiar por fin este país para hacerlo de verdad al tamaño de nuestros sueños.
René Ayala / Viernes 27 de mayo de 2022
 

Los procesos sociales son los que definen el rumbo de los pueblos, la coyuntura electoral se constituye en este momento en un escenario que, sin dudas, en esa perspectiva, la de los cambios, es definitiva.

En Colombia existe históricamente una abstención que, si bien no es orgánica, expresa el hastío y la desconfianza a la dimensión de la participación política, porque sin duda está viciada, porque simplemente convalida a un régimen político excluyente, corrupto y violento. Parece una verdad de Perogrullo, pero hay que hacer la reflexión de 200 años de vida republicana, donde las ideas de avanzada fueron avasalladas, desde la expulsión del Libertador y la deformación de su legado, pasando por la derrota de la única experiencia cierta de gobierno popular encarnada por José María Melo y la clase subalterna de artesanos que representaba, que duró solo ocho meses en el poder, atravesada por la dramática derrota de las ideas liberales en la Guerra de los Mil Días, que nos condenó a una hegemonía reaccionaria y cavernaria de un partido que aún gobierna, hasta la nefasta y perversa conspiración oligárquica que asesinó a quien interpretaba la aspiración popular de transformaciones, el caudillo del pueblo Jorge Eliécer Gaitán Ayala, desatando una guerra civil no declarada que tuvo un descanso, también traicionado, de lo que representa el acuerdo final de paz.

Esa terrible historia de desengaño y sangre ha influido inevitablemente en el estado de ánimo de nuestro pueblo, se ha incorporado a un imaginario de desesperanza, porque esa abstención no se constituye en alternativa. Simplemente sin proponérselo, es funcional a que se atornille ese régimen responsable de la debacle.

El país entero revira en sus espacios íntimos. "Los mismos de siempre", repiten con soberbia pero también con desgano millones de ciudadanos aturdidos por la guerra, la pobreza, la desesperanza. Y eso lo saben los artífices de los laboratorios de comunicación política que, siendo lo mismo, maquillan sus propuestas para que se acreciente la abstracción colectiva de la participación política, o sean engañados creyendo que por fin votan por un cambio. Así vendieron, en los últimos años a Pastrana, dizque amigo de la paz para que un país agotado por la guerra buscara salidas, y fue un fiasco de traición artera que fortaleció la presencia intervencionista de los EEUU, atizando la confrontación, y luego a Uribe, quien prometió con gasolina apagar el fuego, siendo respaldado por grandes mayorías embrujadas, imponiendo un régimen del terror que aún deja secuelas en la vida nacional.

Esos mismos asesores diseñaron una campaña donde preponderaba el miedo, para que un país roto por la guerra le dijera no a la añorada paz en el plebiscito con mentiras, y argucias non sanctas en el escrutinio electoral. Porque si algo es cierto es la sentencia del referente del abstencionismo politizado, el padre Camilo Torres, cuando subrayó que “quien escruta elige”.

Hoy algo ha cambiado. Ese sentido común colectivo y popular que se estructura desde abajo, que se ha forjado en la resistencia del movimiento social, especialmente campesino, que se movilizó en medio del terror y la guerra para exigir paz, reformas en la ruralidad, defensa de las zonas de reserva campesina, que desarrolló multitudinarias movilizaciones por la salida política, que impulsó un paro agrario, empezó a incidir en la dimensión ciudadana de la política. El sujeto campesino y su accionar potenciaron sin duda el avance de la firma del acuerdo de paz con la extinta guerrilla de las FARC-EP, que, a pesar de sus dificultades, abrió un nuevo momento en la vida política del país, expresado en los importantes resultados electorales por primera vez en la historia para la candidatura presidencial de la izquierda y alimentó la capacidad popular transformadora que se movilizó en las acciones populares de calle, conocidas como el estallido social.

Esta experiencia social y popular, esa fuerza contrahegemónica y transformadora, fogueada en la lucha y la movilización, envalentonada gracias a la tenue apertura democrática de facto que posibilitó el acuerdo de paz, hoy se multiplica en millares, ha entendido que la abstención no es una salida, y que los cambios reales pueden provocarse con un tsunami de votos, además de que, gracias a la experiencia, se cuidan y defienden, como ocurrió en las elecciones de marzo. Las maniobras de los experimentados comunicadores políticos hegemónicos, que manipulan información desde los grandes medios, que instalan matrices mediáticas de desprestigio, ya no tienen caja de resonancia en el ámbito popular. Las dimensiones emergentes de la sociedad han dado un paso en la dirección de ser poder, para transformar, para desterrar la guerra, el oprobio y la exclusión, para ser una expresión que revitalice la democracia real, desde abajo. Ese paso se ratificará sin duda el domingo, en el voto como un acto real de potencia plebeya transformadora.

El domingo 29 de mayo, por primera vez en la historia, las expresiones de izquierda, democráticas, progresistas y de avanzada, obtendrán una victoria electoral, que podrá consolidarse ganando en primera vuelta las elecciones, o forzando una segunda si es el caso, pero encabezando la contienda, lo que es sin duda un fenómeno nuevo en la historia política colombiana.

El mundo campesino tendrá una oportunidad de incidir en las grandes transformaciones, en una acción de resistencia votando por la candidatura del Pacto Histórico. Esto sumado a los jóvenes que históricamente se abstienen, a sectores medios, la diáspora migrante, mujeres empoderadas, intelectualidad, emprendedores populares, trabajadores, minorías, muchedumbres excluidas, así podemos dar un golpe de mano por la vida el domingo, votando y reivindicando a quienes extinguieron su vitalidad en la desesperanza de no encontrar un cambio.

El cambio real y transformador se traduce en lograr con el voto que Gustavo Petro y Francia Márquez ganen las elecciones. En ellos va un pueblo, la memoria de los desengaños pasados y la esperanza de un mundo nuevo. No hay que dudar. Que los instructores siniestros del régimen caduco no nos vuelvan a engañar con el exabrupto de prometer el cambio en los mismos de siempre, en los que se enriquecen con el empobrecimiento ajeno, y que se eternizan en el poder por medio de la violencia. El domingo tenemos los ninguneados el poder de cambiar por fin este país para hacerlo de verdad al tamaño de nuestros sueños. El domingo seremos millones, porque sí hay por quién votar, por el futuro.