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Cientos de detenidos en Colombia como consecuencia de operaciones policiales ante la visita del presidente norteamericano George Bush a Colombia
Con militarización de Bogotá y fuerte represión a manifestantes finalizó la visita de Bush a Bogotá
 

Con la visita de uno de los personajes más repudiados, el presidente estadounidense George W. Bush, por Latinoamérica se ha extendido toda una gama de protestas que dan cuenta de la indignación del pueblo ante el cinismo del norteamericano, que pretende pisar fuerte la alfombra roja de sangre que la usurpación de la soberanía, la promoción de la pobreza y la violencia han confeccionado.

Hoy, domingo 11 de marzo, el turno le correspondió a Colombia, uno de los países más marchitados por la ingerencia norteamericana, donde, a pesar de la fuerte ola de represión desatada por el actual jefe de gobierno, Álvaro Uribe Vélez, con su política de Seguridad Democrática, el pueblo pudo sentar su voz de rechazo.

La convocatoria fue difícil, debido a la diversidad de la población que acogió el llamado y a los anuncios de prohibición de actos de repudio. Tres puntos de encuentro fueron propuestos: la carrera 7 con calle 19, la calle 26 con 7 y el Parque Nacional. Pero, unidos por un mismo objetivo, el repudio a Bush, fue posible lograr una concentración de alrededor de tres mil personas a la altura de la Plaza de Toros.

Madres comunitarias, estudiantes, trabajadores, maestros, representantes de diferentes organizaciones sociales, jóvenes y adultos provenientes de diversos perfiles culturales, se reunieron en torno a la misma causa, acudiendo cada cual a sus particulares formas de expresión, convocados todos con el firme convencimiento sobre la necesidad de no dejar pasar desapercibida una visita con unas connotaciones de gran trascendencia para la historia y el destino de este país.

El por qué de la visita

El panorama es claro. Quienes cumplieron esta cita, reconocen abiertamente que la intromisión estadounidense ha sido uno de los factores principales para que aún preservemos nuestra condición de colonizados, sujetos a las directrices que desde afuera se imponen. La visita de Bush a Latinoamérica, más que adelantarse con el propósito de demostrar la disposición de Estados Unidos para apoyar las causas de nuestros países, se erige bajo una apuesta por fortalecer la superposición norteamericana, con algunos otros puntos agendados con el fin de encubrir sus verdaderas intenciones.

Podría decirse que su paso por Brasil fue con el objeto de ajustar las políticas pertinentes a la explotación del etanol, punto que cobró importancia luego de que la Unión Europea anunciara su apuesta por trasladar por lo menos un veinte por ciento del consumo de combustibles a productos menos nocivos al medio ambiente. Por su parte, la visita a Uruguay mantiene el objetivo de presionar a Tabaré Vásquez, actual presidente, a la firma del TLC. La duda se despierta entonces, frente a la venida a países como Colombia, donde la partida por el TLC ha resultado más que sencilla gracias a la diligencia de Uribe Vélez, y Guatemala. Ello nos conduce a pensar que su propósito es reafirmar su posición, amedrentar las fuerzas disidentes y realizar un seguimiento a su política imperialista.

La historia de una represión anunciada

Pero, con todo y el apoyo presidencial, su visita por Colombia no pasó inadvertida. La inconformidad general tuvo su representación en la concentración capitalina, a pesar de que, pocos días antes de la visita, el general Jorge Daniel Castro, comandante de la Policía Nacional y quien coordinó todo el operativo de seguridad de la jornada, comunicó ante los medios que no había autorización para ninguna marcha.

El terreno estaba abonado: durante toda la semana se realizaron intensas jornadas de requisas y se tomaron exageradas medidas para amedrentar a la población inconforme. Con esta, comienza la historia de una represión anunciada.

Un número aproximado de trescientos cincuenta miembros del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), con refuerzos de Cali y Medellín y armados de una extraña especie de gases color naranja almacenados en pequeños cilindros, agua a presión y bolillos, apoyados por agentes de la Policía Nacional, activos de la policía de inteligencia Sijin que se trasladaban en moto y el Ejército Nacional, acordonaron la zona con una tarea clara: no contener, como habían declarado a algunos medios de comunicación, sino agredir a los manifestantes.

El Esmad mantuvo posiciones tras una barricada que se mantuvo hasta pocos minutos después de que cruzara la caravana presidencial. Una vez los relojes marcaron las doce del medio día, comenzó el forcejeo, que se inició con la agresión a algunos manifestantes y la retirada de las barricadas policiales por parte de los mismos, que llevó a un grupo de manifestantes hacia las cercanías de la estación de policía de La Perseverancia mientras eran perseguidos por los agentes. La primera agresión fue contra una comunicadora que se encontraba tomando fotos frente al Banco de Crédito, la cual, al igual que uno de nuestros reporteros gráficos y un miembro del equipo de comunicaciones del PDA a quien le usurparon su equipo y el material fotográfico, fue atacada con el propósito de silenciar los medios para borrar todo registro de sus abusos.

El disparo de gases al cuerpo, la sobrevenida de las tanquetas y las redadas de detención contra los participantes en la protesta crearon una sensación de impotencia, por lo que, movidos por la furia desatada con la agresión, un grupo de manifestantes decidió arremeter contra las instalaciones de los edificios del sector para dejar una huella de su indignación. Seguramente, los grafittis de las paredes serán borrados y los ventanales repuestos, pero será muy difícil borrar de la memoria de los capitalinos un panorama tan sombrío luego del violento final que las autoridades intentaron darle a una actividad que buscaba despertar la conciencia colectiva.

Así las cosas, la situación se volvió más tensa y fue imposible lograr nuevamente la cohesión. Las personas dispersas fueron partiendo en grupos y su retirada no resultó sencilla: la fuerza pública se desplegó por todo el perímetro con la intención de detener protestantes, garantizando un visto bueno en su accionar por parte de sus superiores. Para ello, acorralaron a distintos transeúntes, dentro de los que hallaron a más de un desprevenido, en una detención que, a todas luces resulta ilegal, porque se les retuvo sin una debida calificación de su vinculación con los hechos y sin la previa lectura de su carta de derechos.

La cifra de detenidos, conforme al reporte oficial de las estaciones de la zona, fue de ciento cuarenta adultos y veinticinco menores de edad. A esta lista se suman quienes fueron encerrados en las tanquetas y de quienes, en algunos casos, aún se desconoce su paradero.

Diferentes organizaciones de derechos humanos han desplegado mecanismos jurídicos pertinentes para lograr la liberación de los reportados y reclamar por la situación de los desaparecidos.

Algunos manifestantes hallaron refugio en la sede del Polo Democrático Alternativo, ubicada apenas a un kilómetro del lugar de los hechos. Hasta allí llegaron también los miembros de la policía continuando con su redada e intentando agredir a quienes allí se encontraban, lo cual logró evitarse gracias a la intervención de algunos defensores de derechos humanos y miembros de esta colectividad.

Esta pareciera no ser una historia particular, pues responde al diario vivir de la disidencia en nuestro país. Que se repita nos informa sobre el contexto represivo que aquí se vive y nos permite levantarnos en firme contra las políticas de injerencia y sujeción que tienen en retroceso esta nación en construcción. Hoy, una vez más, la voz de quienes padecen las políticas de EEUU hacia Colombia ha sido escuchada, sólo nos resta esperar que esta situación haga eco en el diario vivir de millones de colombianos y en las gentes de todo el mundo.