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Sobre “Las dinámicas territoriales del Ejército de Liberación Nacional: Arauca, Cauca y Nariño”
La máxima degradación del conflicto
Fernando Dorado / Viernes 4 de diciembre de 2009
 

Al analizar el informe de la Corporación Nuevo Arco Iris denominado “Las dinámicas territoriales del Ejército de Liberación Nacional: Arauca, Cauca y Nariño” [1] se hace más evidente una verdad que hace un tiempo las organizaciones sociales veníamos detectando: el conflicto armado en Colombia es controlado y utilizado por el gran capital transnacional en su estrategia de intervención territorial y, además, el ejército oficial “combate” a las guerrillas y demás grupos armados ilegales siguiendo el libreto trazado por los planificadores de las corporaciones transnacionales y los monopolios capitalistas nacionales.

El gran capital ha utilizado tanto al narcotráfico como al conflicto armado como herramienta para descomponer económica y socialmente a amplias comunidades, desplazarlas y apropiarse de sus territorios y riquezas. Ese mecanismo no sólo ha sido utilizado en el sur de Bolívar, Urabá, Chocó, los Llanos Orientales y las zonas petroleras, sino que ha sido la constante en el África y otras regiones del mundo. También empieza a ser usado en Venezuela (Zulia y Táchira) a donde van detrás de la riqueza petrolera.

Volviendo al artículo de referencia, vale decir que el Cauca y Nariño se han convertido en territorios de gran importancia estratégica debido a la presencia de cuatro grandes factores:

1) La resistencia de las comunidades campesinas (indígenas, mestizas y afrodescendientes) que construyen una economía “propia” o popular -que se sale en gran medida de la lógica del gran capital-, que le permite a la población defender con cierta consistencia sus territorios ancestrales y raizales. Esas comunidades requieren ser desarraigadas con cierta urgencia, para lo cual, en el caso del Cauca se implementan diversas estrategias económicas, políticas, culturales y de guerra [2];

2) La existencia en la región de importantes recursos mineros (Suárez, El Tambo, Bolívar, La Vega, La Sierra) que ya están en proceso de exploración y concesión a grandes empresas transnacionales, encabezadas por Anglo Gold Ashanti, empresa especializada a nivel mundial en utilizar violencias de toda clase para apropiarse de los territorios y de las riquezas mineras;

3) La proyección y construcción de grandes obras de infraestructura contempladas en el IIRSA [3], que van a hacer posible que amplias regiones de la Costa Pacífica caucana y nariñense puedan ser convertidas en áreas de explotación para la agroexportación, vinculadas a la producción de agrocombustibles (palma aceitera y caña de azúcar);

4) El control de áreas ricas en biodiversidad (páramos, bosques, fuentes de agua) como el Macizo Colombiano, la Costa Pacífica, parques naturales como el corredor Dinde-Munchique en el Cauca y el Piedemonte Occidental de la Cordillera Occidental en Nariño. Es allí donde se viene desplazando a comunidades indígenas (awá, eperá-espidara) y pobladores afrodescendientes.

El conflicto ELN-FARC es conocido por las gentes de la región y no es sorpresa. Lo realmente insólito es que una guerrilla supuestamente revolucionaria recurra a alianzas de toda clase con grupos paramilitares y el mismo Ejército para derrotar o neutralizar a sus contrincantes históricos. También causa asombro que poco a poco se involucren en manejos con el narcotráfico, que sabemos lleva a la degradación no sólo a las comunidades sino también a cualquier grupo armado, incluyendo las fuerzas del Estado.

Es urgente que los grupos armados ilegales no sigan siendo herramientas de desplazamiento al servicio de intereses extranjeros.

También se debe garantizar la autonomía del movimiento social frente a los actores de la guerra. Hay que impedir que el conflicto entre las guerrillas –en el caso del Cauca– incida en el comportamiento y la unidad de las organizaciones. En ello, las comunidades indígenas han sido vanguardia desde cuando decidieron enfrentar con la resistencia civil y comunitaria la presencia de todo tipo de actor de la guerra en sus territorios.

Hoy esas comunidades están bajo altísima presión. La estrategia del gran capital y de la oligarquía colombiana es derrotar a los pueblos nasa del norte del Cauca. La sociedad colombiana debe rodearlos y exigir la desmilitarización de esos territorios. Acabar con esa guerra es más urgente que nunca. El Cauca y Nariño como núcleos de resistencia popular están en peligro; es una lucha de vida o muerte.

Estudios e informes como el comentado sirven para denunciar ante el mundo lo que en nuestra región está ocurriendo. Vale la pena divulgarlos.


Este artículo fue publicado originalmente en el seminario virtual Caja de Herramientas No. 187.

Anexamos el informe de la Corporación Nuevo Arco Iris (en formato PDF).

[1Ávila Martínez, Ariel Fernando y Núñez Gantiva, Magda Paola. “Las dinámicas territoriales del Ejército de Liberación Nacional ELN: Arauca, Cauca y Nariño”. Corporación Nueva Arco Iris.

[2Entre otras campañas, se ha iniciado con mucha fuerza un plan de titulación de tierras liderado por la Gobernación del Departamento, a fin de facilitarle al campesino la venta de sus tierras al mejor postor.

[3El proyecto IIRSA es un proceso multisectorial que pretende desarrollar e integrar las infraestructuras de transporte, energía y telecomunicaciones en un plazo de dos décadas. Se trata de organizar el espacio geográfico con base en el desarrollo de una infraestructura física de transporte terrestre, aéreo y fluvial; de oleoductos, gaseoductos, hidrovías, puertos marítimos y fluviales y tendidos eléctricos y de fibra óptica, entre los más destacados.

Esas obras se materializarán en 12 ejes de integración y desarrollo, corredores que concentrarán las inversiones para incrementar el comercio y crear cadenas productivas conectadas con los mercados del mundo, principalmente América del Norte y Europa. Era un plan vinculado al ALCA pero sigue adelante como parte de la globalización neoliberal.


Descargar archivos:

Informe de la Corporación Nuevo Arco Iris