Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra
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Irene Ramírez, dirigente de la ACVC, visitó Europa
Annye Páez Martínez / Lunes 17 de mayo de 2010
 

Hace cinco años, en el 2005, Irene era conocida en la aldea comunitaria de Puerto Matilde como la compañera de Luis Carlos, la madre de Juan Carlos, Mileydis y Johana, la encargada de sostener su hogar como toda mujer campesina de la región; estaba pendiente de sus padres y hermanos, que si había que cocinar para la familia, que si había que sembrar yuca y plátano, que si habia que tenerle la ropa lista a todos, lavada, cocida y si era posible planchada... hace cinco años Irene nunca se imaginó que un día estaría parada en el aeropuerto de París, sola, en donde no encontró a nadie que hablara español para que la guiara...

Esta compañera campesina sencilla, que un día tomó la decisión, teniendo claras las consecuencias de lo que implicaba, por el compromiso de trabajo y resistencia de la ACVC, se enfrentó a lo que para un campesino no es un placer o privilegio, sino un enorme esfuerzo y el reto de enfrentarse en soledad a lo desconocido, porque es necesario y alguien debe hacerlo.

Irene, dejando a un lado su voluntad para cumplir con las necesidades de la organización, aceptó el reto de cumplir con responsabilidad y tenacidad.

En una charla llena de curiosidad por parte de quienes le esperábamos en Barrancabermeja, hoy, después del almuerzo, para escuchar como fue su experiencia nos contó:

"El primero de mayo llegué al aeropuerto de París, desde acá estuvimos intentando que mi primer sitio de llegada fuera en España para poder guiarme mejor, pero por cosas de la vida, eso no fue posible y terminé llegando a ese sitio a las 11 de la mañana, yo guardé todos los papeles que creía que necesitaba y los metí en mi bolso de mano y empecé a caminar por el aeropuerto, eso es ¡enorme!, yo no entendía lo que la gente decía y no tenía quien me guiara, entonces empecé a caminar por ese sitio. Imagínese, una persona que entienda se demora media hora en llegar al primer sitio en donde uno se registra, yo pues así como estaba, caminé y caminé miraba esos letreros grandotes a ver que se parecía a lo que yo buscaba, había mucha gente y me demoré una hora en poder ubicarme, yo miraba siempre para arriba porque si bajaba la mirada y me ponía a pensar en mi situación de desamparo me hubiera paralizado.

Finalmente, llegué al sitio del primer registro, allí me pidieron todos los papeles, hasta la carta de invitación, menos mal que yo llevaba todo a la mano, porque si no, yo no se que enbolate hubiera habido. De ahí continué a donde es el embarque y traté de hacerme entender de la persona encargada para que me dijeran si estaba en el sitio correcto, no fuera que me perdiera y me dejara el avión. La muchacha encargada solo me mostró el letrero grande, indicándome que ahí debía aparecer mi vuelo (eso es lo que le entendí), yo entonces me senté en una silla al lado de una señora a esperar. Como allá todo es con números y horas, entonces miré mi pasabordo que decía las 14:45 y miré el reloj de la señora que leía algo como un periódico y ahí decía las 12:20, algo que me llamó la atención es que allá a la gente uno la ve leyendo siempre, todos leían cosas ahí en esa sala. yo pues no se francés, tuve que dedicarme a leer el tablero en donde dicen la hora, los destinos y los números de los aviones.

Finalmente dieron las 14:45 y me subí al avión que me llevaría a Hamburgo, la primera ciudad alemana que tenía como destino de trabajo. Llegué allá como a las cinco de la tarde y por fin leí algo que entendía, un letrero grande que decía PBI (Brigadas Internacionales de Paz, por sus sigla en inglés). Me acerqué a la señora que me esperaba, quien me recibió con una gran sonrisa, también escuché nuevamente el español, y lo hablé pues casi que permanecí en silencio todo un día al ver que hablar no me permitía comunicarme. Del aeropuerto partimos a su casa que queda algo retirada del aeropuerto y finalmente pude comer (porque en el aeropuerto habían solo máquinas de comida y yo no se como funcionan).

Al día siguiente ya iniciamos las jornadas de trabajo que consistían en reuniones con diputados, periodistas y estudiantes a quienes les compartí la experiencia de la Asociación Campesina, nuestra bandera de resistencia, como es la Zona de Reserva Campesina y la problemática de derechos humanos, todos estaban muy atentos a pesar de la barrera del idioma, porque eso es difícil tanto para ellos como para uno pues se tiene que estar bien concentrada para no perder el hilo por la traducción, así pasamos tres días.

Después de terminar el trabajo en Hamburgo, me dieron las indicaciones para viajar a Berlín, tomé un tren y lo que más recordé durante ese viaje es que debía salir por la misma puerta por donde entré, el viaje duró unas cuatro horas y media, casi cinco, tenía sueño pero no me podía quedar dormida porque debía revisar el nombre de cada estación para ver si era el mismo del la que yo debía tomar para bajarme. En ese viaje noté la importancia del reloj, porque allá todo es puntual, entonces todo el mundo esta muy pendiente del tiempo. Y pues para mi que no se ni francés ni alemán, ni italiano, la ventaja es que los números si son iguales y la forma de guiarme era mirando el reloj y las horas que aparecían en los tiquetes.

En Berlín, nuevamente me recibió una compañera que estuvo en PBI y la conocí en Barrancabermeja, cuando ella hizo su voluntariado, se llama Julia, y allí estuvimos haciendo el trabajo que correspondía: entrevistas, charlas, conferencias. De allí viajé a Bruselas, en donde me recibió Roissín de PBI, con ella ya nos habíamos comunicado varias veces antes de salir de Colombia, pues fue quien estuvo muy pendiente de todo lo que necesitaba para el viaje. En Bruselas tuvimos un trabajo muy fuerte que comenzaba desde temprano y terminaba casi a las 10 de la noche.

En un momento tuve la oportunidad de viajar en tren acompañada por una chica de KOLKO, entonces, compartimos experiencias de estos viajes y me sorprendió que coincidimos en algo, y es que ella también tuvo que vivir una situación parecida, cuando una vez le tocó viajar sola y enfrentar cosas desconocidas acá en el Valle del Río Cimitarra hace unos años.

De Bruselas viajé a Ginebra, en donde me encontré con varias personas que conocían de la situación de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra, de allá viajé a Italia y finalmente a España, cumpliendo con la tarea que me fue asignada y cerrando en ese país, en donde me despedí de los amigos de PBI en Europa. Partiendo de allí a París en donde tomé el vuelo de regreso a mi tierra.

Agradezco a Brigadas Internacionales de Paz por facilitar a la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra estos espacios de encuentro y de incidencia en países donde la gran mayoría de personas desconocen la realidad del campesinado organizado, dentro de lo que están hechos como buscar que nos desplacemos de nuestros territorios por medio de las ejecuciones extrajudiciales, la judicialización de nuestros líderes campesinos defensores de derechos humanos, la militarización y paramilitarización del campo, para que puedan entrar las multinacionales a sacar y llevarse nuestros recursos naturales. Pero sobre todo agradecemos la oportunidad de mostrar al mundo nuevamente nuestra bandera de resistencia y única opción legal en Colombia para hacer valer nuestros derechos tal como es la Zona de Reserva Campesina".

Al finalizar nuestra corta charla, pues Irene tiene varias cosas por hacer, nos comenta y se ríe cómplice con su compañero Luis Carlos, al lado nuestro, que en Europa no comió arroz sino dos veces, y que ayer mientras viajaba a reencontrarse con su familia y sus compañeras y compañeros en Barrancabermeja, pidió que le guardaran arroz para la comida, Luis Carlos, muy juicioso, hizo que le tuvieran media libra preparada.


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