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La cooperación internacional con Colombia
Johnson Bastidas / Jueves 10 de mayo de 2007
 

Es necesario hacer una evaluación seria de los últimos eventos internacionales donde se discute la situación de Colombia y el rol de lo que se denomina "comunidad internacional" en el conflicto, especialmente el papel de la cooperación internacional. No pretendemos abordar aquí esta evaluación pero si queremos ilustrar algunas ideas.

Notamos con preocupación que algunos funcionarios de las oficinas de cooperación europeas hablan de planes de cooperación con Colombia, en términos de post-conflicto. Esto suena ambicioso, pero no realista, cuando la situación colombiana se agrava a nivel del conflicto social y político. Toda cooperación con Colombia pasa por contribuir a buscar salidas políticas al conflicto colombiano.

Toda cooperación internacional debe pasar por luchar contra los factores que impiden que las comunidades no desarrollen empoderamiento, la autogestión, y el protagonismo de las comunidades en todas las acciones encaminadas a configurarse como protagonistas de su propio destino. Esto parece obvio, pero los discursos paternalistas que uno escucha en estos eventos internacionales nos llaman a la reflexión, sobre todo cuando de parte de las ONG colombianas o extranjeras que sobre el terreno desarrollan los proyectos - lo que se llama la contraparte nacional-, reproducen un discurso complementario al paternalismo y es el de llegar casi a mendigar la ayuda internacional.

La cooperación con Colombia se ha basado fundamentalmente con lo acordado en la agenda de Londres y luego con el documento de Cartagena, los objetivos del milenio y cuadros marcos de cooperación con Colombia o tratados de acuerdo arancelario. Este marco general pasa porque el gobierno colombiano cumpla con sus compromisos internacionales en materia de protección de los derechos humanos, como la agenda de Londres por ejemplo, que emplazaba al gobierno colombiano a cumplir con las 26 recomendaciones de Naciones Unidas en materia de protección de los derechos humanos. El gobierno nacional ha hecho caso omiso a estas recomendaciones y no sólo no las ha cumplido sino que ha aumentado las violaciones de derechos humanos en Colombia, el compromiso del estado por acción u omisión en estas violaciones se hace más nítido e inocultable.

Es claro que la actitud acrítica de los gobiernos de la Unión Europea (UE) hacia el gobierno se explica por los intereses estratégicos de estos en la región, especialmente en Colombia. Europa ha guardado silencio cómplice frente a las barbaridades del estado colombiano. Pesan más los intereses estratégicos – no olvidemos que el régimen narcoparamilitar uribista esta privatizando todo el patrimonio de los colombianos. Los europeos van tras estas privatizaciones y esto explica su silencio.

El gobierno colombiano no sólo ha logrado obstaculizar las críticas hacia su régimen narcoparamilitar, por ejemplo de algunos europarlamentarios que conocen la situación colombiana de cerca, sino que ha logrado evitar cumplir los compromisos internacionales sin ningún pudor frente a la comunidad internacional e instrumentalizar esta cooperación para sus proyectos de expansión de capitales y de reciclaje paramilitar.

Si la UE quiere comprometerse de verdad con Colombia, debe hacer más esfuerzos por la solución política al conflicto, y no como está ocurriendo ahora, que la cooperación con Colombia se hace con ciertos argumentos como "fortalecimiento a la democracia", traduciéndose en fortalecimiento de los aparatos represivos del estado, todos ellos comprometidos con la violación de los derechos humanos. El gobierno colombiano ha logrado instrumentalizar estas ayudas, filtrándola con micos burocráticos administrativos, como es el caso de evitar que las organizaciones colombianas o las comunidades establezcan lazos directos con la UE. Estos filtros le permiten al régimen colombiano desviar recursos para programas funcionales al modelo económico, reinserción paramilitar y otros programas de la mal llamada "seguridad democrática".

Otro compromiso que la UE debe asumir con seriedad es el tráfico de drogas. La búsqueda de una salida integral a este problema se impone como condición para la paz en Colombia. El compromiso de la UE se debe inscribirse en la lucha contra los percusores químicos, contra el lavado de activos y el blanqueo de dinero. Esto nos evitará la fumigación y los planes de guerra que so pretexto de la lucha contra las drogas se implementan en Colombia agravando el conflicto.

Otro eje de trabajo es la transferencia de tecnología. Un verdadero compromiso de la UE pasa por comprometerse con el desarrollo del país, no impulsando los sectores más especulativos sino comprometiéndose con una transferencia de tecnología que nos ayude a desarrollarnos. La reinversión de las ganancias obtenidas en el país en otros proyectos empresariales permitiría generar empleos productivos impulsando otros ejes de producción.

Lo que más esperamos de la UE en Colombia es que cambie su política de migración, conservadora, retrógrada y en algunos países rayando con el racismo y la xenofobia. Muchos dirigentes sindicales y populares han sido asesinados antes de que un país de la UE le otorgue una visa o la protección necesaria. En estos países muchos compatriotas viven en la clandestinidad, sin permisos de estadía y víctimas de la explotación en trabajos que los europeos no quieren hacer. Una regularización de los colombianos sin papeles en la UE se hace necesaria en estos momentos de conflicto social y político.

Sería importante el acompañamiento de la comunidad internacional (partidos políticos, sindicatos, organizaciones sociales y gremiales) a los procesos organizativos en Colombia, comunidades afrodescendientes, indígenas, campesinos, desplazados, procesos de mujeres y otras minorías, necesitan la veeduría y acompañamiento internacional para presionar al régimen colombiano a respetar los derechos humanos.

Para finalizar, el trabajo de las ONG colombianas debe conservar su independencia con respecto a la cooperación, pues estas ayudas tienen a largo plazo un efecto importante sobre la independencia de las mismas. Notamos que se ha desarrollado todo una industria de ONG que viven del conflicto colombiano, muchas de muy buena fe y otras solamente aparatos sin ningún referente social. Hemos escuchado a personas que hablan en nombre de la sociedad civil en su conjunto, sintiéndose portadores del sentir nacional o creyendo que su discurso encarna las visiones sobre el conflicto colombiano. Las ONG deben tener claro que a nombre del pueblo colombiano es muy difícil hablar sobre todo cuando se cruzan tantos intereses y tantos silencios impuestos.