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Muerte en el socavón
Libardo Gómez Sánchez / Lunes 21 de junio de 2010
 

El polvillo oscuro invade sus pulmones negándole el espacio al oxígeno; así mientras el hollín tiñe de negro sus alveolos el ahogo enciende con un profuso rojo luego tornado a violeta el color de la piel. Esta metamorfosis sufre a diario miles de colombianos de todas las edades que penetran las fauces sombrías de las minas de carbón que alberga el subsuelo de nuestro país. Este y otros minerales proveen una riqueza que haría palidecer de envidia a muchas naciones que carecen de recursos tan abundantes, sin embargo regalo tan prodigioso de la naturaleza se ha convertido en la fuente de desgracia de muchos en razón a que la explotación de dichos recursos ha afianzado la enorme desigualdad social que reina en la nación.

Colombia entera se estremeció con la noticia de la muerte de los mineros de carbón en Amagá, Antioquia; una explosión al interior de la mina segó violentamente sus vidas. La prensa registró el hecho por su magnitud y dramatismo con lo que terminó ocupando titulares. Llama la atención que situaciones de riesgo denunciadas por los trabajadores en explotaciones a cielo abierto, propiedad de las multinacionales como la Drummond, Glencore, Vale y Coalcorp que amenazan la salud a poblaciones enteras , como La Loma en el Cesar, con evidencias de casos de cáncer de piel y de pulmón, de neumoconiosis y otras patologías asociadas a la explotación de minas de carbón , no merezcan ningún interés por parte de la reportería de los medios y mucho menos de las autoridades competentes como el Ministerio de la Protección Social.

La explicación puede darse en razón a que el gobierno viene promoviendo el desarrollo de la gran minería o la Megaminería en cabeza de multinacionales extranjeras en la extracción de Carbón, Ferroniquel, oro y cuanto recurso natural se encuentre en el territorio, con una legislación que privilegia sus intereses y expone al país a la pérdida de esos valiosos recursos, una degradación sin límite del ecosistema, contaminación y reducción de fuentes hídricas y riesgos para la salubridad de las generaciones presentes y por venir. Las multinacionales adelantan sus actividades a través de graciosas concesiones que el gobierno les hace por tiempos indefinidos y en las que las libera de la obligación de realizar su negocio con socios nacionales; es decir que pueden actuar por cuenta propia sin beneficiar con ingresos y transferencia de tecnología a inversionistas locales. Completa el lamentable cuadro de saqueo de nuestros recursos la recepción de unas regalías inferiores al 10% del valor del mineral, es decir a precio de huevo; adicionalmente les ofrecen un sin número de gabelas tributarias con exenciones en impuestos de renta, industria y comercio, predial, giros de utilidades al extranjero y como si fuera poco les garantizan descuentos en IVA y por inversiones reales o ficticias anotadas en sus libros de contabilidad. Sin duda este es el país de las maravillas para estos inversionistas extranjeros.

El cinismo con que se tratan los asuntos de la nación hace prever que tragedias como la acontecida en Amagá se emplearán como argumento contra la mediana y pequeña minería y no como acicate para que el gobierno se obligue a prestarles la atención y el apoyo que merecen si pretendemos que algún día nosotros mismos extraigamos y dispongamos de nuestros recursos pensando en la protección de la naturaleza, la equidad, el desarrollo armónico del conjunto de los colombianos y no en la máxima utilidad del capital.