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La matanza del bicentenario
Gustavo Duch Guillot / Domingo 5 de septiembre de 2010
 

33 mineros aguardan el rescate en el desierto de Atacama. Las cámaras nos informarán puntualmente mientras los patrones -con aburrido gesto, dice el canto- diseñan leyes que les saque (a ellos) de apuros. 32 mapuches olvidados al otro extremo del país, mantienen una huelga de hambre en protesta por una Ley Antiterrorista que les sepulta en prisiones. Reivindican la recuperación de sus tierras ancestrales. Los mandamientos de las Ley se resumen en dos: amaras al mercado sobre todas las cosas y al mercado más que a ti mismo.

Este mes se cumplen 200 años de la independencia de Chile de España. Pero ¿estamos seguros de esta afirmación? Las fórmulas para continuar apropiándose de las riquezas chilenas en estos dos siglos sólo han cambiado en la forma, pero se mantienen igualmente eficaces que en el periodo colonial. El Chile supuestamente soberano camina con una soga al cuello: las transnacionales españolas, que tensan según les conviene. Ellas controlan en la actualidad el sector de la banca y finanzas (BBVA y Banco Santander); las comunicaciones con Telefónica; el sector energético con Endesa; y además con una estratégica presencia, la pesca y la acuicultura industrial.

Para el pueblo chileno, uno de los recursos más valiosos es el mar. Éste ha sido históricamente explotado con grandes beneficios para las empresas y negociantes españoles. Por ejemplo, con el salmón -rico en omega 3, dicen en la propaganda-, que atraviesa congelado todo el Atlántico, una vez engordado en los centros de cultivo ubicados el aguas del Pacífico suroriental. Hoy el 98% de las producciones chilenas de salmones y truchas se exportan a Japón, EE UU y Europa, lo cual señala su nulo aporte a la seguridad alimentaria del pueblo chileno.

O el caso de la valiosa merluza del sur (merluccius australis), en una situación muy crítica y cuya comercialización internacional se encuentra bajo el control de un monopolio instalado en Mercamadrid que -denuncian desde Chile- impone precios, tamaños, y logra que las autoridades abran capturas en pleno periodo de veda de esta especie.

Frente a la aguda sobreexplotación de esta y otras especies, el nuevo Gobierno chileno implementa «medidas de parche» -como dicen en Chile- para frenar el creciente descontento social en las comunidades costeras. Entre ellas, la sorprendente propuesta de decretar cuotas de matanza de lobos marinos comunes (otaria flavescens), especie protegida por la legislación chilena.

Según un eufemístico ‘Plan de manejo integral’ (directamente influenciado por la industria salmonera y de pesca), una supuesta sobrepoblación de lobos marinos sería la principal responsable del colapso pesquero y la situación económica y social que afecta a más de 70.000 pescadores artesanales a nivel nacional. Dicen que los lobos acaban con todo. Aunque según expertos independientes se trata de «una medida sin asidero científico, ni racionalidad técnica, con la cual el Gobierno intenta desviar la atención pública sobre su responsabilidad y las causas de fondo que generan la actual destrucción marina y exclusión social en aguas chilenas».

Los lobos marinos en cuestión, ciertamente, no votan. Y no tienen capacidad de defensa en comparación con las empresas salmoneras, cuya expansión -se ha demostrado- es la responsable, por un lado, de la sobreexplotación de la principal pesquería chilena, el jurel, al ser destinada a la alimentación de los salmones. Y por otro, la contaminación que provocan es uno de los factores que amenaza la actual recuperación de la mayor concentración de ballenas azules en el hemisferio sur, ubicada en el archipiélago de Chiloé.
Lamentable (e ineficaz) propuesta para solucionar la sobreexplotación de las pesquerías y la crisis del sector pesquero artesanal generada por políticas de un Gobierno demasiado pegado -y plegado- a los intereses empresariales que no conocen fronteras. La ciudadanía europea debe apoyar a las organizaciones ambientales y sociales chilenas para detener esta propuesta de genocidio de mamíferos marinos. No a la matanza del bicentenario. Sí a la pesca artesanal.