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El Viento se muere de miedo
Verdad Abierta / Jueves 20 de enero de 2011
 

El homicidio de los dos estudiantes de la Universidad de los Andes en San Bernardo del Viento, Córdoba, dejó al descubierto la plaga que han desatado allí las bandas de narcotraficantes, sin que la autoridad haya podido hacer mucho al respecto. Por Tadeo Martínez.
300 mototaxistas se agolpan diariamente en la plaza principal de San Bernardo, algunos de ellos colaboran con las bandas criminales. Foto VerdadAbierta.com

Durante décadas en San Bernardo del Viento y en otras poblaciones de Córdoba y Sucre sobre el mar Caribe se contrabandeaban vajillas y telas que venían de Colón en Panamá. El tráfico ilegal le dejaba a la gente algunos centavos, pero a nadie se mataba por ello. San Bernardo, hoy un municipio de 32.000 habitantes regados en veredas y corregimientos en la margen izquierda del río Sinú, era además un importante productor del arroz. Tanto, que llegaron a existir allí siete molinos.

El Viento fue cuna de familias tradicionales como los Gossain, los Morelos, Genes, Behaine, Abadala, Rognini y Vega, entre otros. Casi todos se fueron ya. También ha sido tierra de decimeros y cuenteros. Es un pueblo que celebra todo. Hacen diez festivales al año, el del cangrejo azul, del arroz, del ñame, del plátano, de la yuca, del camarón, del caballito de palo, de la patilla y el de la icotea carranchina, y cada una tiene su respectivo reinado, fiesta de canciones, concursos de décima y cuentería. Esa era la vida en este alegre municipio caribeño, trabajo, tranquilidad y gente desprevenida y hospitalaria.

Después, hacia el final del siglo XX, las cosas se empezaron a dañar. Los paramilitares de Mancuso y de ‘El Alemán’ se encaramaron al poder en Córdoba, y aunque en San Bernardo no se vivió tanto su terror como en otras partes del departamento, la gente sí empezó a sentirse limitada. Había una autoridad ilegal que todo lo vigilaba. Cuando se desmovilizaron los ‘paras’ en 2005, hubo una calma pasajera. Pero, según dice el alcalde actual Efrén Manuel Pérez, desde fines de 2009 comenzó a llegar gente extraña y no tardaron en darse los primeros asesinatos. Se armaron bandas de narcotraficantes que sacan la cocaína por la costa, aprovechando los cientos de caños y ciénagas que forma el Sinú cuando desemboca al mar, a pocos kilómetros del casco urbano del municipio. Cualquier extraño que llega despierta la desconfianza de los lugareños. Hasta recelan a sus propios jóvenes pues muchos son reclutados por estas bandas para atacar a los enemigos.

Dos grupos se disputan el negocio: ‘Los Paisas’, en la margen derecha del río, y ‘Los Urabeños’ en la margen izquierda. Y la puja ha sido sangrienta. Dicen las cifras oficiales que en 2010 mataron a 18 personas en este bello pueblo costero, la mayoría víctima de las codiciosas bandas. La Personería sostiene que fueron 22 los muertos. La Policía dice que ya ha capturado a 26 de los autores, incluido el jefe de ‘Los Urabeños’, alias ‘El Flaco’.

El año pasado algunos homicidios en particular dejaron a la gente muy prevenida y asustada. Al ex alcalde Eduardo Benito Revollo lo mataron, y la Policía dice que un nieto suyo pudo haber estado involucrado y por eso lo han capturado. Querían robarle un dinero de la venta de ganado. Nadie sabe por qué mataron al ‘gringo’ Tomás, un líder político muy conocido. Y en el corregimiento Nueva Estrella asesinaron al hijo del Sato Fuentes, el tendero. Un mal día dos hombres armados estaban en su tienda y se vieron obligados a tirar una pistola que llevaban en el suelo cuando vieron acercarse a dos policías. El joven Fuentes tuvo que decirles a los agentes que el arma no era de él sino de los hombres que habían salido. Después los hombres vinieron y lo mataron. El asesinato fue tan arbitrario y aterrador que sesenta familias salieron despavoridas de la vereda.

La gente saca cuentas de los muertos y dice: la familia Padilla se fue huyendo porque les mataron a un hijo; después mataron a un joven de apellido Ballestas que compraba ñame; en el corregimiento de Paso Nuevo, mataron a Eutimio Cardales, después al ‘Barranquilla’ y al ‘Coge-caimán’; y también asesinaron a Julio, el hijo de la señora Presentación. En una batalla por el sector de La Rada por la que ‘Los Urabeños’ querían quitarle el control del paso a ‘Los Paisas’, quemaron la casa de una familia.

El momento de mayor tensión fue el año pasado cuando miembros de las dos bandas estuvieron frente a frente, a escasos quince metros, pero los disparos no alcanzaron a nadie. La gente ha dejado de ir a la playa los domingos y la circulación hacia Moñitos, municipio costero al sur de San Bernardo, estuvo restringida durante varios meses. La policía sostiene ahora que ya retomaron el control.

No es fácil identificar a los miembros de estas bandas en el pueblo, andan en pequeños grupos, dos, máximo cuatro. En la zona rural, de acuerdo con testimonios, sí hacen ostentación de poder con las armas: se meten en las casas de los campesinos y piden que les preparen comida y al que se resista, lo matan. A los que hablan les ponen un tiro en la boca. Y obligan a la gente a identificarse para ir de un lugar a otro.

El alcalde Pérez y el comandante de policía de San Bernardo, Duván Gelvez, coinciden en que hay tantos caminos para llegar a la orilla de la playa, que no necesitan pasar por el casco urbano. Pero en otra época, dijeron varios habitantes del pueblo, la luz se iba durante una o dos horas para que pasaran los camiones y vehículos cargados con drogas rumbo a la playa, donde entierran los alijos mientras se logran embarcarlos en las lanchas rápidas. También se meten en las fincas y acampan. Matan al dueño que se oponga.

Pero lo que verdaderamente tiene a los sanbernardinos al borde de la desesperación es que estas bandas se están llevando a sus hijos. Van a los billares, atestados de jóvenes desempleados, y les ofrecen unos pesos para que les trabajen de mensajeros. “Cómo vamos a denunciar a los miembros de las bandas si nosotros, que no hacemos retenes ni requisamos, sabemos quiénes son y la policía también lo sabe, pero dicen que como no tienen antecedentes no los pueden detener”, dice un poblador haciendo eco de lo que todos piensan.

La mayoría de los muchachos reclutados por ‘Paisas’ y ‘Urabeños’, prestan servicio de mototaxi. Sólo en la Plaza Principal han sido censados 300 mototaxistas, muchos de los cuales sirven de informantes o llevan y traen mensajes. Incluso, hay zonas rurales donde para entrar, un mototaxista necesita ‘permiso’ de la banda. No todos los mototaxistas son de El Viento. La gente ha visto a muchos extraños en ese oficio.

Los pobladores hacen como si no pasara nada. Nadie abre la boca. Uno rezonga con timidez: “Ahora que mataron a unos estudiantes universitarios, hijos de familias importantes, es que vienen a traer 300 policías para hacer registros de las caletas y perseguir a los miembros de las bandas. Pero cuando han caído personas de la región no han hecho mucho”. El personero de San Bernardo afirma que la gente tiene dos opciones: o denuncian lo que está ocurriendo, a sabiendas que se tendrán que irse después de hacerlo, o se acomodan a las circunstancias. La mayoría de la gente se conforma y se queda callada.

No sólo a San Bernardo del Viento lo tienen acabado las bandas criminales. Otros municipios de la zona costera cordobesa como San Antero, Moñitos, Los Córdoba y Puerto Escondido, también. En febrero de 2010 asesinaron a Juan Carlos Pérez, un prestigioso odontólogo de Corozal casado con la hija de un ex gobernador, que había comprado una pequeña finca en Puerto Escondido. Se cree que lo mataron porque se opuso a que utilizaran su propiedad para guardar droga o llevarla rumbo a las costas. En Arboletes, Antioquia, otro pueblo que también tuvo ‘paras’ desalmados, hoy esta en puja por la exportación de droga. Algo similar sucede en los municipios del Bajo Sinú como Lorica, Purísima y San Pelayo en Córdoba. Y los del Alto Sinú, donde están los cultivos de coca y a las cocinas de pasta, como San Jorge, Tierralta, Valencia, Puerto Libertador y Planeta Rica, registran el mayor número de homicidios.

¿Por qué mataron a los estudiantes?

Los miembros de las bandas se confunden con la población para hacer inteligencia, dice Héctor Páez, comandante de policía de Córdoba, y pensaron que los estudiantes bogotanos Margarita Gómez y a Mateo Matamala los estaban investigando. Espera el oficial que las cámaras y los celulares de los jóvenes les pueden ayudar a esclarecer los hechos. Sostiene que no es una zona desprotegida, que patrullan allí de noche.

¿Por qué no hubo mayores controles en la temporada turística previendo que habría visitantes que desconocían lo peligrosa que estaba la zona? El comandante Páez explicó que como las muertes solían ser entre miembros de bandas, no tomaban medidas especiales de protección de la población civil.

Un señor que los vio llegar a la zona dice que los estudiantes parecían dos turistas más, educados y de pocas palabras. La policía estableció que acamparon en Los Tambos, donde una familia, que alquila ranchos, les vendió la alimentación. Los días que estuvieron habían sacado fotos en las playas de las bandadas de pájaros. El último día de su vida los vieron salir hacia las Playas del Venado, una zona de manglares y camaroneras en la vereda Nuevo Oriente. La policía dice que han podido establecer que salieron en mototaxi, e incluso, que ya identificó a los dos mototaxistas que los llevaron. A otras personas que se habían ido a esa zona de las camaroneras, a orillas de los manglares, unos mal encarados los habían forzado a irse. Nadie advirtió a los jóvenes del peligro.

La policía cree que los vecinos que viven y trabajan en las fincas cercanas a la playa debieron escuchar los ocho disparos. Pero, cuando les pregunta, nadie ha visto ni oído nada. El coronel Páez dice que es complicidad, otros que no hablan por miedo. “Más demora uno en preguntar algo, que los miembros de las bandas en enterarse”, dice un hombre sentado en el parque principal, bajo la mirada de piedra de la estatua de Antonio De la Torre y Miranda, fundador del pueblo.

Mucha gente tuvo que haberlos visto. Con el invierno la temporada turística fue mala, y según dijo un joven, ellos eran casi los únicos. ¿Vieron Mateo y Margarita algo relacionado con el narcotráfico que no han debido ver? ¿Los confundieron las bandas con agentes de inteligencia que estudiaban y fotografiaban la zona? ¿Simplemente los mataron por sacar fotos del Caño Negro, a donde el Sinú desemboca al mar por el sector de Tinajones, y ese es un canal de salida de la droga? ¿Por qué si todos los vieron en las playas, la policía, ni el ejército, ningún oficial los alertó del peligro? ¿Por qué ninguno de la mayoría de gente buena que habita en El Viento les advirtió nada?¿Miedo, desidia, complicidad?

En San Bernardo no murmura ni el viento. Cada uno a lo suyo. Esas son las verdaderas plagas que han desatado las bandas de narcotraficantes sobre el municipio, la de la desconfianza por miedo y la insolidaridad de los que tienen el alma comprada. Esas son la que les costaron la vida a los estudiantes bogotanos, y son las que les están dejando que la muerte se ensañe con sus propios hijos.