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Construcción del territorio en el bajo nordeste antioqueño a partir de las lógicas económicas: la minería*
Freddy Ordóñez / Domingo 3 de abril de 2011
 

Presentación

La geografía crítica señala que las definiciones sobre los espacios y las construcciones territoriales no obedecen a un conglomerado casual de objetos y fenómenos o a un determinismo físico, sino que existe una decisiva influencia, cuando no determinación, de los flujos de capitales y los centros de poder político-económicos en la creación – transformación del espacio y en la estructuración del territorio en función de dichos capitales y de los intereses de los centros de poder (Segrelles, 1999). Las definiciones de territorios, hechas por y para intereses privados son contrarias, en la mayoría de los casos, con las propuestas emanadas de quienes habitan los espacios y tienen sus propias configuraciones territoriales, como son los campesinos, afrodescendientes e indígenas. A esto se agrega, en el caso colombiano, una constante de acumulación por desposesión realizada en múltiples ocasiones por medio de la violencia y de la guerra.

En el país, la fijación, incluso de los asentamientos urbanos y su posterior constitución en entes administrativos territoriales, ha estado marcada por los flujos de capital que estructuran su propuesta de territorio. Municipios enteros se han levantado a partir de la explotación petrolera, la producción agroexportadora, el comercio internacional, las llamadas “economías ilícitas” y la extracción de metales preciosos. Estas modalidades han permitido aumentar las tasas de beneficios de sectores privados regionales y nacionales, empresas transnacionales, élites políticas regionales (gamonales) y del narcoparamilitarismo, en detrimento de sectores populares como el campesinado quienes, por el contrario, han visto amenazados y vulnerados sus derechos. El presente documento intenta evidenciar la importancia de los flujos económicos en la construcción territorial del Nordeste Antioqueño, específicamente de los municipios mineros de Remedios y Segovia[1].

Para lograr este objetivo, en primer lugar, se realizará un acercamiento a la propuesta del espacio como producto social y por ende producto de las relaciones de producción, los intereses de clase y las lógicas del capital; seguidamente, se abordará el concepto de territorio como relación de poder, resaltando la multidimensionalidad del mismo y las conflictividades que éste presenta; en un tercer momento, se presentan las configuraciones espaciales y construcciones territoriales del capital en el Nordeste antioqueño y las valoraciones que adquiere dicha región dentro de las lógicas económica.

La configuración económica del espacio

José Antonio Segrelles (2000) señala que el espacio geográfico no se reduce al paisaje, sino que las relaciones de producción resultan determinantes para su articulación y transformación, siendo los centros de poder, los que en realidad lo organizan y gestionan es así como se puede decir que el capital en su proceso de irrupción y expansión geográfica y desplazamiento temporal crea un paisaje físico a su imagen y semejanza. Esta transformación espacial conlleva llegada y centralización de capitales[2], tienen diversos orígenes, y si hay persistencia y continuidad en las actividades económicas, se debería hablar de la vigencia y desarrollo de las mismas, en lo que David Harvey (2004) titula acumulación por desposesión. Implica despojar y dejar una gran cantidad de población disponible como fuerza de trabajo a un precio muy bajo o casi nulo; también organizar y reorganizar el espacio, y configurar y reconfigurar territorios.

El territorio como reflejo de conflictos y de intereses antagónicos
El espacio geográfico comprende un todo multidimensional, al referirse no sólo a determinadas condiciones físicas, sino también a relaciones sociales, lo que identifica su articulación y transformación desde lecturas particulares y desde escenarios de poder. Lo anterior nos remite al concepto de territorio, que el investigador Bernardo Mançano, define como “el espacio apropiado por una determinada relación social que lo produce y mantiene a partir de una forma de poder. Ese poder es concebido por la receptividad. El territorio es, al mismo tiempo, una convención y una confrontación. Precisamente porque el territorio posee límites, posee fronteras, es un espacio de conflictualidades” (Mançano, s.f.(a), 3).

El conflicto y la convención contenidas en el territorio reflejan un ejercicio de dominio, un ejercicio de poder y un decisivo fundamento político del término, porque si bien es cierto que la relación sujeto – espacio físico está dentro de su núcleo esencial, su centro está en las relaciones entre sujetos, presentándose intersubjetividad y confrontación, donde el territorio se construye con y de frente a otros y otras[3], en su dimensión política, pero también en la social, la ambiental, la cultural y la económica, dando cuenta de un escenario multidimensional.

Con base en lo anterior, se puede señalar que los flujos de capital construyen y mantienen territorios, así como reterritorializan y desterritorializa, de acuerdo a sus intereses. Así por ejemplo, “las grandes multinacionales de la minería y del agronegocio están reconfigurando nuestros territorios rurales y urbanos” (Zibechi, 2009, 323), con el objetivo de poder implementar proyectos como el monocultivo extensivo de agrocombustibles y la minería a gran escala. En Colombia los centros de poder político-económicos subordinan comunidades a modelos de desarrollo nacional y transnacional, haciendo uso de una reconfiguración espacial y de la acumulación por desposesión. En contradicción con este modelo territorial, poblaciones como el campesinado conciben otras significaciones de territorio, entendiendo que “la lucha por la tierra [que adelantan] es la lucha por un determinado tipo de territorio: el territorio campesino” (Mançano, s.f.(b), 2), con su propio modelo de desarrollo que rivaliza con el impuesto.

En síntesis, se tiene que el territorio debe entenderse como un todo multidimensional, en cuya definición se encuentran múltiples territorialidades que contiene como elemento central la conflictividad, reflejo de las diferentes relaciones sociales e intereses de clase, conflictividad que en lo rural se materializa en la oposición entre la apuesta de territorio del capital y territorio campesino.

Finalmente, también se puede decir que en Colombia se han definido e implementado modelos territoriales orientados a la recepción de flujos de capital, su acumulación y sobreacumulación, haciendo uso de la violencia y el terror, como elementos garantes de la acumulación por desposesión, como es el caso de la construcción territorial del Bajo Nordeste Antioqueño.

El Bajo Nordeste Antioqueño

El Nordeste antioqueño es una subregión del departamento de Antioquia[4], se encuentra ubicada sobre la margen oriental de la cordillera central, al suroeste de la serranía de San Lucas y entre los ríos Porce, Nechí, Nus y Alicante. Los municipios que integran esta subregión son: Amalfi, Yalí, Anorí, Cisneros, Segovia, Remedios, Yolombó, Vegachí, San Roque y Santo domingo. Limita al norte con el departamento de Bolívar y la subregión Bajo Cauca; por el sur, con las subregiones
Oriente y Magdalena Medio; en el occidente, con la subregión Norte del departamento; y al oriente con la subregión Magdalena Medio y el departamento de Bolívar. El Nordeste se encuentra dividido en bajo y alto[5], aunque también desde la administración departamental se suele dividir en cuatro zonas: Minera, Meseta, Nus y Río Porce. l Bajo Nordeste es una zona rica en producción minera y maderera, fue poblada por colonos desde mediados del siglo XVI, quienes llegaron, en buena parte buscando la riqueza minera de Remedios; lo que se generalizó más adelante, con la presencia de la multinacional Frontino Gold Mines, llegada al Nordeste en 1852, que atrajo colonos provenientes del Bajo Cauca, Córdoba, Sucre, Santander y Bolívar.

La subregión, a pesar de ser desde finales del siglo XIX determinante en la producción departamental y nacional de oro, ha presentado y presenta actualmente grandes contradicciones entre la riqueza de la tierra y las condiciones de vida de los pobladores, apreciándose esto en los altos índices de personas con Necesidades Básicas Insatisfechas, NBI, especialmente en zonas rurales, cifras que reflejan la cantidad de población que se encuentra en la pobreza (38,9%) y en la miseria (45,1%) en el Nordeste. Por otra parte, el Coeficiente de Gini, ha presentado una tendencia al incremento al pasar de 0,76 en 1996 a 0,784 para el 2004, lo que permite entrever tendencias a la concentración de la tierra en la subregión, y por ende la concentración de la riqueza, lo cual va de la mano con el aumento en la extracción aurífera, que no resulta ser garantía de mejoras en las condiciones de vida de los lugareños[6]. Las precarias condiciones de vida de los habitantes y la apropiación privada de capitales son constantes que se presentan en la construcción territorial del bajo nordeste antioqueño.

La construcción territorial del bajo nordeste.

El comercio internacional determinó desde muy temprano, la construcción territorial y las relaciones socioeconómicas de Antioquia y de sus subregiones, especialmente desde inicios de la vida republicana del país. Antes de que esto ocurriera, en la época de la colonia, lo que hay es el departamento[7] se encontraba aislado, en una parte, por las mismas condiciones topográficas, aunque principalmente, por el poco interés económico en la región. A pesar de esto, la subregión del Nordeste inició en el Siglo XVI su poblamiento, fundándose ciudades entorno a los yacimientos auríferos, que atrajeron a los españoles, como fueron los casos de Remedios y Yolombó en 1560, esta colonización aurífera fue evidentemente lesiva para los africanos confinados a la esclavitud[8] y para la población indígena originaria[9]. Ya a finales de dicho siglo, el proceso de poblamiento de los municipios del Nordeste estaba más definido, ubicándose éstos bajo la jurisdicción del corregimiento de Mariquita y por fuera de lo que entonces era la provincia de Antioquia (tal fue el caso de Remedios)[10]. Pero fue con la llegada de la República en el siglo XIX, que se inició un proceso de estructuración en el departamento y comenzaron los flujos comerciales con el interior de Colombia, así como con el exterior, fundamentalmente gracias a la explotación del oro[11].

Fueron la minería y el comercio los que marcaron la dinámica social y la definición del territorio de Antioquia y la subregión Nordeste Antioqueño. A partir de una lectura de las lógicas globales de funcionamiento del capital, se fueron definiendo las especificidades de los municipios, “vinculándose pueblos y aldeas dispersos en los altiplanos y cañones hacia la explotación y comercialización del oro” (IGAC et al., 2007, 3), tal fue el caso de Remedios y Segovia, de esta forma, “se fue configurando un modelo cultural ligado al desarrollo económico” (IGAC et al, 2007, 3).

En efecto, la estructuración de los municipios del bajo nordeste ha estado ligada a la extracción del codiciado metal, siendo donde se ubican hoy en día éstos, que se dio el inicio a la explotación en el departamento, junto con el valle medio del río Cauca, a tal punto que buena parte de las olas migratorias que ocurrieron en Antioquia en el siglo XIX, tenían como destino el nordeste del departamento, siendo estos flujos migratorios anteriores a la llamada “colonización antioqueña”. Los flujos migratorios trajeron a la región también capitales extranjeros, a tal punto que a finales del siglo XIX la mayoría de las minas eran de propietarios antioqueños; pero las minas más grandes del Nordeste estaban ya en manos de compañías extranjeras. En 1880 operaban allí la Frontino and Bolivia Company, en Remedios; la Colombian Corporation, en Anorí; la Compañía Francesa de Segovia, y la Compañía Francesa del Nechí y sus afluentes, en Zaragoza (Jiménez, 2002, 10), esto hizo que determinadas zonas fueran adquiriendo importancia a nivel internacional.

Posteriormente, durante el Siglo XX en Antioquia, a la especificidad territorial agrícola y minera se sumaría la formación de territorios industriales, así como territorios funcionales al comercio energético y ambiental a finales de dicho siglo, fundamentales para la inserción departamental en los mercados internacionales. Valga aclarar que el desarrollo de la élite empresarial antioqueña durante el siglo XX estuvo precedido y relacionado con la economía minera en el Nordeste, aunque como se anotaba anteriormente, las empresas extranjeras también extrajeron (y extraen) oro de la región. En el siglo pasado, la apropiación de oro no fue sólo de empresas europeas, sino que compañías norteamericanas también incursionaron en la región, tal fue el caso de The Frontino Gold Mines en Segovia, que junto a The Pato Gold Mines, cuyas operaciones se realizaron en Zaragoza, extrajeron conjuntamente entre 1930 y 1950 el equivalente a las tres cuartas partes de la producción departamental de oro para la época (Jiménez, 2002, 10 -11).

La Violencia[12] y los intereses económicos en el Nordeste

El estudio titulado A sangre y fuego indica que La Violencia en Antioquia presentó detalles locales, contrastes y similitudes en cada una de las subregiones, así como implicaciones políticas y económicas diferenciadas (Roldan, 2003, 146). Para la subregión Nordeste antioqueño y específicamente para los municipios de Remedios y Segovia, la confrontación tuvo como sustento y soporte principal los intereses económicos de los terratenientes y de las compañías mineras.

Muchos de los pueblos del nordeste antioqueño eran lo que podría llamarse company towns, es decir, lugares donde un gran porcentaje de la población económicamente activa estaba empleada en la misma actividad (minería) y por el mismo patrón (generalmente extranjero), en una industria considerada crucial para los intereses económicos tanto del departamento como del Estado central. El pueblo de Segovia es un caso paradigmático. Se estima que el 1939, un 40 por ciento de los 7.000 habitantes del pueblo trabajaba para la Frontino Gold Mines Company y la mayoría eran miembros de su sindicato, afiliado a la CTC. El pueblo también era el principal productor de oro de Antioquia en 1941. Cuando los miembros del sindicato local adoptaban una posición o se movilizaban para protestar por las actividades del Estado o de sus funcionarios públicos, eran respaldados por el sentimiento unificado de casi todos los habitantes del pueblo (Roldan, 2003, 150).

Las compañías, al sentir que sus inversiones peligraban, participaron de la confrontación liberal –conservadora, variándola hacia una confrontación obrero – patronal. Por ejemplo, la Frontino Gold Mines a partir de 1949 empezó a contratar empleados antioqueños y de filiación al partido gobernante, lo que fue rechazado por los mineros quienes “acusaron al gobierno departamental de confabularse con las compañías extranjeras en formas que fundamentalmente violaban sus derechos” (Roldan, 2003, 156). La intensidad con que se desarrolló la violencia a partir de 1952, implicó el desplazamiento forzado de la población del nordeste, quienes vendieron forzadamente sus predios, presentándose un aumento en los procesos de escrituración y registro de inmuebles, que evidenciaron la concentración de tierras[13]. El periodo de La Violencia en la subregión Nordeste Antioqueño, tuvo como motor las oportunidades de usurpar y ocupar las tierras y bienes que habían sido dejadas abandonadas por las personas que huían de la confrontación, así como la garantía de estabilidad en las inversiones adelantadas por las compañías mineras extranjeras. Lo sucedido en este periodo, si bien no se puede tomar literalmente como origen, si permite identificar hilos conductores y elementos de continuidad en el posterior conflicto social y armado, especialmente lo referido a la concentración de tierras, la garantía de estabilidad para la inversión de compañías foráneas y la creación y consolidación de un modelo de accionar paramilitar garante de los intereses de clase y de la acumulación de capital[14].

La garantía para la acumulación de capital: creación y consolidación de un modelo paramilitar

La nueva geografía del capital que arrojó la Violencia fue aquella de la “urbanización forzada, de la vía prusiana del desarrollo capitalista en el agro, del mayor despliegue de la industrialización, así como del asentamiento de las bases para el desarrollo del sector financiero y para una organización de la propiedad capitalista en la forma de grupos económicos”[15]. Esta nueva geografía del capital en el bajo nordeste, implicó la expansión del latifundio ganadero y la continuidad de la extracción de oro por empresas nacionales y extranjeras, y la explotación maderera, así como la puesta en marcha de grandes proyectos de infraestructura como oleoductos y vías. La garantía para la implementación de estas apuestas, fue el desarrollo de mecanismos contrainsurgentes por parte de las Fuerzas Militares a partir del año 1966: hasta el año 1978 se tiene “una acción represiva abiertamente institucional de un ejército móvil y de 1978 en adelante un ejército más permanente combina formas de acción militar institucional (incluyendo acciones cívico militares) con formas no institucionales de represión, como la creación de grupos paramilitares y acciones encubiertas” (Colombia Nunca Más, 2000, 384).

La respuesta dada por las empresas extranjeras que implementaban megaproyectos en la región, como la Frontino Gold Mines, a las organizaciones que “amenazaban” sus intereses, fue la solicitud de protección al Gobierno y también “apoyaron la constitución de grupos paramilitares y prohibieron los procesos organizativos de los trabajadores y cualquier tipo de expresión de protesta” (Cahucopana, 2007, 5). La apuesta de los paramilitares del MAS (del MRN, de las Autodefensas del Nordeste Antioqueño –ANA y posteriormente de las AUC), sería el propugnar por un capitalismo que respete y garantice la libertad de mercados, la libre iniciativa empresarial y el derecho a la propiedad privada, con un Estado al que excepcionalmente le competería la intervención en el campo económico (Castaño, 1999). La alianza entre ganaderos, empresarios del oro, militares, paramilitares y narcotraficantes tuvo como finalidad principal, no la lucha contrainsurgente, sino la adquisición y acumulación de propiedades, la apropiación de las fértiles y ricas tierras del Magdalena Medio[16].

Por su parte, las grandes empresas dedicadas a la extracción de minerales preciosos en el Nordeste, también vieron posibilidades de acumulación de capitales en la década de 1990 a partir de la desposesión y la guerra: en primer lugar, no solamente con las medidas normativas señaladas para atacar la “minería ilegal”, sino con la implementación de leyes reguladoras del sector cada vez más favorables a sus intereses, las que finalmente tuvieron como punto máximo la expedición de la Ley 685 de 2001, Código de Minas, cuyo objetivo (Artículo 1) es “fomentar la exploración técnica y la explotación de los recursos mineros de propiedad estatal y privada; estimular estas actividades en orden a satisfacer los requerimientos de la demanda interna y externa de los mismos”[17]. En segundo lugar, con una cada vez más estrecha relación con sectores paramilitares en el Nordeste, en lo que se califica como una íntima relación entre el capital transnacional y el aparato militar-paramilitar, evidenciada, en el manejo y regulación efectuados por las autodefensas de Castaño de la producción y venta de oro en la región[18].

Antioquia se consolidó así en el sector aurífero, con importantes participaciones dentro de la producción nacional, representando un 40,64% del total nacional extraído entre los años 1990 – 2000, muy por encima de otros departamentos como Córdoba y Bolívar. A su vez, Antioquia, y particularmente el Nordeste Antioqueño, se proyectan como un referente productivo nacional de oro dentro de los planes gubernamentales, transformando y definiendo un espacio y un territorio en función de la gran minería17, estipulándose que el Nordeste sea el principal distrito minero nacional, pasando de producir 21.977 Kg de oro en el 2005 a 88.382 Kg en el año 2019 (Ministerio de Minas y Energía, Unidad de Planeación Minero Energética, 2006, 33).

En síntesis, las apuestas territoriales de los flujos de capital en Antioquia, en su subregión Nordeste Antioqueño y en el Bajo Nordeste, han tenido como sustento la acumulación por desposesión y la guerra, la extracción aurífera, las proyecciones hechas sobre inversión minera y la concentración de tierras, (especialmente para el latifundio ganadero) basándose en la eliminación física, el desplazamiento forzado y el despojo de bienes.

A pesar de lo anterior, los pequeños mineros y el campesinado organizado han planteado modelos territoriales diferentes al que se quiere imponer desde los centros de poder. Este territorio se configura como un territorio campesino y ejemplificaría que la lucha por la tierra efectuada por las y los campesinos es una lucha contra un modelo territorial impuesto desde el capital. Es la lucha por la implementación de un modelo de territorio alternativo, el territorio campesino.

* Este texto será objeto de publicación en Impactos. Boletín del Observatorio sobre nueva geografía económica, impactos socioambientales y derechos humanos. No. 7, abril de 2011. Instituto para una Sociedad y un Derecho Alternativos, ILSA. pp. 22 - 33.

NOTAS

[1] Que conforman la llamada “zona minera” (según Planeación Departamental) o “Bajo Nordeste” (según Cahucopana) de la subregión Nordeste del departamento de Antioquia.

[2] Orientados a generar y aumentar repetitivamente las tasas de beneficio para el crecimiento de la ganancia privada.

[3] Algunos autores manejan el territorio como una construcción colectiva que le da significado a un espacio físico, desconociendo o restando importancia del elemento conflictual en la creación y mantenimiento territorial, así como a los antagonismos que se presentan por la definición del territorio. Véase Osorio, F.E. (2009).

[4] El departamento de Antioquia en la actualidad cuenta con 125 municipios y ha sido dividido en 9 subregiones, cada una con particularidades socioeconómicas: Valle de Aburrá, Bajo Cauca, Magdalena Medio, Nordeste, Norte, Occidente, Oriente, Suroeste y Urabá.

[5] Esta es la división que de la subregión hace Cahucopana y la cual será utilizada en este estudio.

[6] El Nordeste Antioqueño se caracteriza por sus particularidades socioeconómicas que giran en torno a la minería, constituyéndose centros urbanos en los cuales se manifiesta la cultura propia de este oficio, con su paradoja de región rica en el orden económico pero abandonada en su infraestructura y en su vida social y cultural […] El incremento en la producción de oro no ha correspondido a la elevación correlativa en los niveles de vida de la población (Comisión Andina de Juristas, seccional Colombia [CCJ], 1993, 20).

[7] El departamento de Antioquia fue creado en el año de 1830.

[8] Se presume el arribo de afrodescendientes a Antioquia a partir del Siglo XVII. En la región hoy en día existe el Territorio Colectivo, asignado al Consejo Comunitario Porce Medio, en los municipios de Segovia, Zaragoza y Anorí.

[9] Parte de los pueblos indígenas que habitaron Antioquia antes de la llegada de los españoles, eran los pertenecientes a la comunidad Embera. Actualmente en Segovia se encuentra el Resguardo indígena Tagual La Po de la étnia Embera Katio.

[10] Remedios entró a formar parte de la provincia de Antioquia en 1757. De otro lado el oro también fue el factor que motivo la fundación de Santa Fe de Antioquia en 1541, Cáceres en 1576, Zaragoza en 1581 y Guamocó en 1611. (Jiménez, 2002, 6 – 7).

[11] La explotación aurífera posibilitó el surgimiento del comercio, de las actividades agrícolas y ganaderas, y fue alrededor de todo este conjunto de actividades económicas que se reorganizó el territorio antioqueño. A partir de ello se consolidaron poblaciones en el interior del departamento, que durante el siglo XIX colonizarían algunas zonas de periferia, como el norte, el nordeste y el suroeste, en desarrollos ligados al comercio, la colonización agrícola y la explotación minera (Instituto Geográfico Agustín Codazzi [IGAC], Gobernación de Antioquia e Instituto para el Desarrollo de Antioquia, 2007, 79)

[12] Período que abarca la década del 40 y 50 del siglo XX.

[13] El mismo fenómeno ha sido denunciado hoy por el actual gobierno nacional como uno de las modalidades que adquirió la etapa actual de concentración de tierras, obtenidas mediante el desplazamiento en los últimos años).

[14] Los grupos guerrilleros liberales se acogieron a la amnistía militar en julio de 1953.

[15] Estrada Jairo, septiembre de 2010.

[16] Como datos se tiene que en 1991, en el Nordeste los propietarios de predios menores a 20 Has, representaban el 62,9% de los propietarios que equivalía con un 7,9% del área, mientras que los dueños de predios mayores de 100 Has, correspondían al 4,1% del total equivalente al 46% del área. Para el 2004, los predios menores de 20 Has se encontraban en manos del 66,7% de los propietarios, y equivalían a un área de 7,9%; mientras que los inmuebles mayores a 100 Has sus dueños representaban un 3,8% del total de propietarios de la zona, y equivalía al 47,8% del área total (Gaviria & Muñoz, 2007). El aumento de la concentración de tierras básicamente ha beneficiado a los latifundistas ganaderos, pasando el GINI de 0,760 a 0,784 de 1996 a 2004.

[17] Ley 685 de 2001. Art. 1. (subrayado fuera del texto original).

[18] De otro lado hay que anotar que la desmovilización de la estructura militar del Frente del Nordeste Antioqueño del Bloque Central Bolívar, en diciembre de 2005, tuvo como escenario una finca del corregimiento de Santa Helena, municipio de Remedios, cuya propiedad pasó de los hermanos Castaño a la Frontino Gold Mines (IPO, 2006)

[19] Sobre planes relacionados con minería de oro en el Nordeste se pueden consultar, a manera de ilustración: Gómez, 2010, septiembre, 2; Departamento Nacional de Planeación [DNP], 2007(a); DNP, 2007(b); Comité de empresarios ADHOC, 1999.

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