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Desde Kankuamia
Sólo la vida produce vida: Historias del viejo Baldo
Daniel Maestre Villazón / Sábado 18 de agosto de 2007
 

A sus 88 años, el viejo Baldo, aún tenia fuerzas para ir a una rozita que tenía en las afueras del pueblo. Recuerdo que fue una madrugada cuando lo conocí, mi abuela me había hecho levantar temprano a hacer el café y cuando me encontraba agachado soplando los tizones que habían quedado prendidos de la noche anterior, para juntar el fogón, así decía mi abuela.

Como un fantasma apareció de la oscuridad, lo miré abrir el portón y cruzar el patio, caminaba de manera lenta, como si para él no hubiera prisa, como si supiera que lo estaba esperando, sabía que llegaría. Quedé por un momento encantado mirando su lento caminar, en una mano llevaba una linterna y en la otra su bastón.

El perrito que dormía en la puerta de la cocina al oírlo llegar levantó la cabeza, olió el viento, le movió la cola en señal de saludo y siguió acostado, ya conocía su olor y sus oídos, se habían acostumbrado al caminar lento y sin ruidos del viejo. Cuando llego a la puerta de la cocina, yo había logrado prender el fogón y el fuego iluminaba toda la cocina. -Buenos días joven-, me dijo, con una voz ronca y cansada pero con una dulzura que me tranquilizó, ya que pensaba que era un fantasma.

–Y la vieja, ¿no se ha levantado? Preguntó. -No- le contesté mientras colocaba la olla del café al fogón y le acercaba una banqueta para que se sentara, mientras yo buscaba en la troja un guineo maduro para asármelo. -Tome uno de estos- me dijo mientras sacaba un hermoso y brillante guineo de su mochila y me lo extendía. –Áselo en braza, porque ya esta triguillito- comentó.

Bien grande– le dije mientras lo tomaba y lo ponía encima de la parrilla y colocaba otros dos para él. –Sí, bien grandes y sabrosos son esos y son así porque la tierra ha sido buena conmigo, siempre he tenido buenas cosechas y todo lo que siembro en ella pare bien- comentó. – Siempre he cuidado y tratado a la tierrita como si fuera mi madre, la cuido y cuando estoy sembrando le pido que produzca una buena cosecha, cuando desyerbo apilo la basura y la dejo podrir y tengo alimento para ella.

El primer gajo no lo corto, se lo dejo a los pajaritos para que se lo coman, mi abuela decía- continuó hablando, - que como los pajaritos no siembran, la tierra es agradecida cuando les dejamos que comer y el segundo gajo, el más bonito lo corto y se lo llevo al mamo que vive del otro lao’ y le pido que le baile y le pangue a la madre tierra por mí.

Por eso tengo buenas cosechas, pero eso ya casi nadie lo hace, ya la gente de hoy trata a la tierra como si fuera cualquier cosa, le echan esos químicos para ponerla a correr… para que según ellos produzca más y rápido y la tierra se cansa. Por eso cuando tengas tu finca y siembres recuerda bien "solo, la vida es capaz de producir vida y si tratas bien a la tierra, que es un ser vivo como nosotros, ella te dará buenas cosechas".

Ya han pasado más de 25 años desde que conocí al viejo Baldo, ya tiene 15 de haber muerto, pero, hoy trato de recordar cada consejo y cada conversación que con él tuve, el viejo Baldo, era un hombre de pocas letras, pero, sí de muchas palabras. El fue mi primer profesor, la primera ventana por donde empecé a mirar y a conocer el mundo, me enseñó a sentirme orgulloso de ser indígena, de ser kankuamo.

Una y otra vez me repetía: "Mijito a pesar que usted vista así, usted no es civilizao’ usted es indio, es kankuamo", luego de recordarme lo que yo era me contaba historias o mejor me contaba las historias que en muchas partes el había aprendido y que me hacían preguntarle al viejo donde había aprendido tanto, como respuesta se metía una hoja de ayo a la boca y me decía: -Aquí, en el ayo está la memoria y la historia-.

Una tarde que fui a visitarlo me dijo: -Los indígenas creemos en la concepción que la tierra es nuestra madre, es un ser vivo que siente y sufre, que se alegra o se entristece, que se encoleriza y castiga.

Y a pesar que los indígenas hemos estado aferrados a esa concepción de ver la tierra como nuestra madre, también es cierto que la civilización occidental en especial los empresarios han hecho hasta lo imposible para que nos olvidemos de eso y han tratado de hacer al indio a imagen y semejanza de sus intereses como quien debía ser esclavizado, despojado de sus tierras y destruido en sus creencias y costumbres- decía con vehemencia mientras encendía un tabaco.

- La historia de los indígenas latinoamericanos- continuó hablando, -desde 1492 ha sido una historia de resistencia a una continua y constante explotación, expropiación y exterminio físico y cultural, al indio se le adjudicaron atributos de inferioridad, de paganismo, de idolatría y se dudó y duda aun de su humanidad.

Incluso se discutía si teníamos alma o no y de esta manera se justificó la misión evangelizadora de la Iglesia Católica y otras iglesias que arrasó con nuestras culturas y con nuestras riqueza, quitándonos de esta manera nuestros símbolos de identidad como bien lo dice un escritor uruguayo en un escrito que leí de él… este señor se llamaba- se quedó pensando, como si esperara que el tabaco le refrescara la memoria. -Eduardo Galeano- dijo cuando al fin logró acordarse:

- "Desde el punto de vista de los vencedores, que hasta ahora ha sido el punto de vista único, las costumbres de los indios han confirmado siempre su posesión demoníaca o su inferioridad biológica. Así fue desde los primeros tiempos de la vida colonial: ¿Se suicidan los indios de las islas del mar Caribe, por negarse al trabajo esclavo? Porque son holgazanes. ¿Andan desnudos, como si todo el cuerpo fuera cara? Porque los salvajes no tienen vergüenza.

¿Ignoran el derecho de propiedad, y comparten todo, y carecen de afán de riqueza? Porque son más parientes del mono que del hombre. ¿Se bañan con sospechosa frecuencia? Porque se parecen a los herejes de la secta de Mahoma, que bien arden en los fuegos de la Inquisición. ¿Jamás golpean a los niños, y los dejan andar libres? Porque son incapaces de castigo ni doctrina. ¿Creen en los sueños, y obedecen a sus voces? Por influencia de Satán o por pura estupidez.

¿Comen cuando tienen hambre, y no cuando es hora de comer? Porque son incapaces de dominar sus instintos. ¿Aman cuando sienten deseo? Porque el demonio los induce a repetir el pecado original. ¿Es libre la homosexualidad? ¿La virginidad no tiene importancia alguna? Porque viven en la antesala del infierno. Luego que terminó de decir esto, me acorde que mi mamá me había dicho que no llegara tarde porque la kanduruma podía asustarme cuando pasara por la Piedra Lisa.

Así que metí las malangas que el viejo Baldo me había dado para que se las llevara a mi mamá en la mochila que alguna vez me había tejido mi abuela y que siempre llevaba terciada en mis hombros; salí corriendo y desde la puerta le dije hasta mañana. No sé de dónde el viejo Baldo sacaba tantas cosas que yo en esa época no entendía, siempre me preguntaba ¿Quién le habrá enseñado tanto al viejo?

Por eso todas las tardes, después de terminar de lavar los "chismes" salía corriendo para el barrio La Lomita, cruzaba el arroyo el chorro y llegaba a la cocina del viejo Baldo, siempre lo encontraba sentado en su banqueta al lado del fogón, con el bastón al lado para espantar al "negro" un perrito que era su fiel compañero.

Una tarde llegué y lo encontré más pensativo que antes, se levantó de la banqueta y se dirigió a la troja donde maduraba los guineos, arrancó dos del gajo y me los dio para que los pusiera a asar, se sentó nuevamente en su banqueta, sacó de su mochila un puñado de ayo y se lo llevó a la boca, luego de macerarlo un rato me miro y me dijo: -esta tierra que habitamos no es nuestra, aquí estamos de paso, estamos alquila’os.

Yo no entiendo como los que tienen plata y poder lastiman a la madre, extrayendo lo que está dentro de ella, matándola cuando destruyen un cerro o cuando le sacan el petróleo- ya hoy solo están quedando desiertos- continuó diciendo- al civilizao’ se le olvida que una totuma no lleva más agua que el que señala sus bordes, la demás se derrama y se pierde; yo no entiendo cómo mucha gente cree, que el hombre y la naturaleza son separados; así no es, el hombre y la naturaleza son uno solo.

El daño que se le hace a la tierra, nos lo hacemos nosotros también, si matamos la tierra nosotros morimos. Cuando estuve por donde sacaban el petróleo- me dijo, mientras yo sacaba el guineo ya asado entre las brazas, -solo vi pobreza, solo vi muerte y hambre, si eso es desarrollo yo no lo quiero para mi gente.

Yo no voy a durar mucho, pero me preocupa mi gente, a ellos les va a tocar duro, los van a matar y a sacar de sus tierras para explotar los recursos que en ella hay, y creerán que nos están matando pero ellos también se estarán muriendo, porque el que lastima a la tierra, ella le cobra. Por eso hay que volver a rescatar el respeto por la tierra, por la vida. Esa noche terminé de comerme los guineos y quedé preocupado, me despedí y regrese todo pensativo a la casa.

No entendí mucho lo que el viejo me acababa de decir pero esa noche los sueños no fueron buenos, fueron intranquilos.

Otra noche, mientras hablábamos de pagamentos y sitios donde hacer ceremonias de armonización me dijo: Las técnicas que llaman arcaicas, en manos de los indígenas han hecho fértiles muchos desiertos en esta región y en muchas otras, pero, miro con preocupación cómo las técnicas modernas en manos de los que se creen civilizados y tienen grandes y extensos cultivos de exportación, están convirtiendo en desiertos las tierras fértiles que están allá abajo y en otros sitios.

Pienso que sería absurdo- continuó hablando. - retroceder el tiempo a atrás en las técnicas y maneras de producción; pero no puedo más que preocuparme al mirar las catástrofes que produce un sistema que oprime a los hombres y arrasa los montes, viola la tierra, envenena los ríos y contamina el aire, para arrancar la mayor ganancia en tiempos cortos.

Eso no me cabe en la cabeza, pero, parece que para allá camina el hombre civilizado, y lo que más me preocupa es que la mayor parte de la gente lo acepta y no hace nada. Lo acepta como si no hubieran otros caminos, como si ya no tuvieran sueños y como si las esperanzas se hubiesen acabado. Hoy, cuando pienso en todo lo que me dijo el viejo Baldo, siento la necesidad de verlo, de encontrármelo nuevamente, de ir a su cocina y de escuchar sus palabras.

Hoy siento la necesidad que me hable nuevamente de sueños, de esperanzas. Siento la necesidad de escucharlo diciendo que pueden haber otras maneras de ver el mundo, otras maneras donde no todo sea mercancía, donde el terrorismo y la drogadicción no sea lo que consumamos todos los días a través de la publicidad, donde el lucro y la moda no sean las únicas opciones, donde la guerra del empresario contra el hombre y la naturaleza no sean el negocio más rentable.

Que me diga que hay otros caminos. Caminos que nos lleven a respetar la vida en todo su conjunto y a crear un mundo realmente humano; un mundo donde todos podamos vivir sin ser explotados, un mundo y un país donde la naturaleza no sea una mercancía; un país donde no tengamos que pagar para respirar un aire limpio; un país donde los ricos no se hagan más ricos y los pobres más pobres.

Un país donde nuestros gobernantes no se dediquen solamente en vender nuestra soberanía y nuestros territorios; un país donde nuestros legisladores, legislen a favor del pueblo, no a favor de los empresarios y de las multinacionales como lo hacen en la actualidad; un país donde su gente se sienta orgullosa de ser lo que es, de ser colombiana.