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Hoy se cumplen 23 años de la masacre de Segovia, Antioquia
Recordando el Bar Johnny Kay
Memoria Viva Prohibido Olvidar / Viernes 11 de noviembre de 2011
 

El Bar Johnny Kay estaba ubicado al lado del Parque Principal de Segovia, llevaba en funcionamiento 10 años y era el lugar donde los mineros llegaban después de sus arduas jornadas de trabajo; allí al son de la música se tomaban sus tragos y bailaban con las mujeres que los atendían amablemente, era un establecimiento público grande que contaba con aproximadamente 40 mesas y capacidad para albergar a unas 150 personas y empleaba a unas 37.

El Johnny Kay era un espacio bohemio para unos, lujurioso para otros, o simplemente el lugar de encuentro para muchos otros … la noche del viernes 11 de noviembre a las 6.30 de la tarde ya la mayoría de las mesas estaban ocupadas, se bailaba alegremente y los mineros y segovianos en general compartían unos tragos. De repente, a las 6:45 p.m. dos vehículos cargados de paramilitares y con total anuencia de la fuerza pública (que tenía su estación de policía a 50 metros del bar) se estacionaron en cada una de las puertas y, desprevenidamente, lanzaron ráfagas y granadas contra los allí presentes…

En un segundo el jolgorio se convirtió en terror, horror, desesperación y muerte. Cuerpos traspasados por las balas caían incesantemente al piso, los vivos se hacían pasar por muertos untándose de sangre y lentamente se arrastraban tratando de llegar a la parte trasera del bar; muchos de los empleados y algunos clientes lograron salvar sus vidas refugiándose en la parte de atrás y subiéndose al tejado. Y mientras todo esto sucedía sonaba la canción “Cruz de madera” de la agrupación Los Rayos, esa que dice: “cuando al panteón ya me lleven no quiero llanto de nadie” “junten la tierra y no olviden que el que muere ya no es nada”… el trágico saldo: 18 muertos.

Testimonios:

- “Estaba sentado desde muy temprano con un grupo de amigos en la mesa de afuera del bar, la que ubican en la acera; ya estaba bastante pasado de tragos y les dije a los amigos que ya me iba, uno de ellos, William Escudero, me dijo: “hombre amigo, yo estoy tan amañado acá pero se me acabó la plata, présteme algo para poder quedarme”, yo le dije a uno de los trabajadores que le hiciera un vale por 2.000 pesos y me fui para mi casa que quedaba a cuadra y media del bar. Yo que llego a mi casa y empieza la balacera... a todos los que estaban bebiendo conmigo los mataron. Yo no sabía lo que estaba pasando, solo como a la hora y media llegaron unos trabajadores heridos, empalidecidos, llenos de esquirlas y me dijeron: “acabaron con el Johnny Kay patrón… eso está lleno de muertos” ¡a mí se me quitó la borrachera! nunca me imaginé que era en mi negocio donde estaba ocurriendo tal balacera.

Me organicé rápidamente para volver al bar, cuando llegué al parque la policía no me quería dejar pasar, me tocó enojarme y bravearlos, les dije que tenía que llegar al Johnny kay, que yo era el dueño y entonces me dijeron que irían conmigo porque no se podía mover ningún muerto; cuando llegué a la puerta del bar, sentí que me derrumbaba, nunca había sentido tal desasosiego, dolor e impotencia… me sentí traspasado, pasmado, horrorizado al ver tantos cuerpos tirados, desmembrados y el riachuelo de sangre que salía a la calle y atravesaba el parque.

La policía me dijo que cerrara las rejas y que me fuera para la casa que más tarde me llamarían para realizar el levantamiento; me devolví para mi casa silencioso, aterrado y desgarrado, no sé ni cómo fue que llegué.”
(Testimonio del propietario del bar.)

- “Yo era el que ponía la música en el bar, ya llevaba trabajando allá un montón de tiempo; esa noche había mucha gente, había muy buen ambiente… hasta que nos sorprendió la tragedia. Todavía en mi cabeza suenan los rafagasos y el estallido de las granadas; yo logré escapar por la parte de atrás, abrí un hueco en el techo y por ahí nos salimos varios. Uno aprende a conocer a la gente y más en un pueblo que uno ya va sabiendo quién es quién, y esa noche había gente buena, mineros trabajadores, honestos, gente de bien… yo no entendía por qué estaba pasando eso, es lo más cruel y desgarrador que he visto en mi vida.

Yo no sabía que todavía existía el disco que yo había puesto hacía como tres minutos, “Cruz de madera”, lo vine a ver el año pasado dentro del Túnel de la Memoria y me impacto mucho.”
(Testimonio de un empleado del bar)

MEMORANDO LOS HECHOS...

Segovia fue víctima de una de las peores masacres ocurridas en Colombia a manos de paramilitares y con la total complicidad de la fuerza pública, en el marco del hecho más vergonzoso de este país... el Genocidio de la Unión Patriótica (UP).

El viernes 11 de Noviembre de 1988 un grupo de paramilitares incursionó al municipio en tres camperos... uno de ellos se dirigió al barrio La Madre donde comenzó el horror: hombres armados disparaban indiscriminadamente, silenciando la vida de hombres, mujeres y niños que encontraron a su paso.

Mientras tanto, en el centro los demás asesinos hacían de las suyas: dispararon contra las personas que estaban en el Kiosco, en el bar Johnny Kay y en el Parque Principal. Llovía, y las calles parecían riachuelos de sangre. Mientras tanto, en el comando de la policía, a solo cincuenta metros del lugar de los hechos, los policías departían tranquilamente omitiendo lo que pasaba afuera.

Finalmente, la caravana de la muerte una hora después emprendió su partida arrasando a su paso con los sueños y las esperanzas de un pueblo entero… dejando grabada en la memoria de cada uno de los habitantes de Segovia las imágenes más desgarradoras del terror, el pánico y la desolación. El saldo: 43 muertos, 48 heridos y un pueblo entero con el alma desgarrada. Hoy, veintitrés años después, aun hay impunidad y no se ha realizado una reparación integral a la población.